Madrid. Crónica de "Barquerito": "Cumbre de El Juli en Las Ventas"

Miércoles, 11 de Mayo de 2022 00:00 administrador
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Nunca antes había tenido y sentido tan unánime reconocimiento en Madrid

Dos faenas de muy alto nivel

Una de ellas, magistral

Hermosa y variada corrida de La Quinta


Madrid, miércoles, 11 de mayo de 2022. (COLPISA, Barquerito) Las Ventas. 4ª de San Isidro. Estival. No hay billetes. 23.800 almas. Dos horas de función. Seis toros de La Quinta (Álvaro Martínez Conradi). Morante, silencio y algunos pitos. El Juli, una oreja y vuelta al ruedo. Pablo Aguado, silencio en los dos. Picó muy bien José Antonio Barroso al quinto. Buena brega de Álvaro Montes e Iván García, que prendió dos grandes pares.

LA VERSIÓN de El Juli con el segundo toro de La Quinta fue la de torero geométrico, cerebral, clarividente, resuelto, espontáneo y natural. Nada nuevo y, sin embargo, pareció versión renovada por su frescura y su inspiración. Las tres medias -una al desmayo y dos muy voladas y ligadas- con que remató los lances de recibo, espaciosos y encajados, fueron el golpe primero de esa fresca inspiración, santo y seña de cuanto vino luego.

 

Tras un puyazo que el toro cobró de bravo, Julián quitó a la verónica, cinco lances y la media. Amplio y corto el vuelo del capote. Seguridad en la elección del momento y del terreno. Pronto y alegre en banderillas, el toro, de alta nota en la segunda vara, estaba claro y no por ver. Y por si quedaba alguna duda, la apertura de faena -cinco en redondo genuflexos, el cambio de mano por delante y un recorte- lo hizo del todo transparente.

En la segunda tanda ya estaba plantado El Juli en los medios y ahí fue la primera de la media docena de tandas que armaron una faena de rigurosa perfección, pues no hubo ni un solo viaje del toro que no encontrara medida respuesta. Antes de ponerse por la izquierda, en tercera tanda, El Juli le dio al toro un respiro. No apretó, como se dice en taurino. Bastó con acompañarlo y acariciarlo. En la tanda que siguió ya desplegó velas El Juli: impávido, casi ingrávido, cuatro naturales de mano baja, mandones pero suaves, bien ligados, el trincherazo y cosido con él el de pecho.

La gente, entregada desde la exhibición tan clásica de toreo de capa, subrayó el momento cumbre de la faena, ese mismo, que no fue el último ni el penúltimo. Antes de cuadrar, en una quinta serie alternó los redondos con el natural semicircular de broche. Después del broche, el de pecho, y tras el de pecho, un molinete invertido, como un fuego de artificio. Fue la coda. Solo que Julián buscó y halló la igualada, ahora sí, con una tanda final sorprendente por lo larga: trincheras, naturales, el del desdén y un ultimísimo de pecho. Una estocada. Y se echó el toro, que fue el mejor de la preciosa corrida de La Quinta. El más completo. Hay toros con temple, y este fue uno de ellos. Lo ovacionaron en el arrastre con ganas. Hacia tiempo que El Juli no protagonizaba una triunfo tan indiscutible en las Ventas.

Lo mejor estaba por llegar. Con un quinto nada sencillo llegó la versión del Juli convertido en plena madurez en aprendiz de brujo. Poderoso, empeñado y rotundo. Y capaz de apostar sin escatimar riesgos porque de eso de trató: de arriesgar y apostar. Hubo que esperar mucho en el primer tercio al toro, de aire incierto entonces. Toro por ver, porque no estaba claro. Se resistió en os primeros compases: rebrincado, gazapón, punteó, se vino al cuerpo dos veces, una por cada mano. El Juli eligió un terreno raro: el tercio del tendido 6, sol, ni lejos de las rayas ni a ellas pegado.

El toro estaba más entero de lo previsto, protestó, se quedaba, se revolvía. La cosa fue someter. Con la voz, que en el caso de El Juli es un arma, se lo fue trayendo y engañando, le perdió pasos y, al cabo, le ligó por abajo dos en redondo y el de pecho. Si en Madrid sonara la música como en Sevilla, se habría arrancado la banda en ese momento, que fue el que decidió la partida. También el momento en que se volcó la plaza rendida y sin condiciones como nunca antes con El Juli en Madrid.

La segunda parte de faena fue de tanta intensidad como emoción, y de tanto arrebato como calma. Es decir, la hondura, servida por el aire fiero del toro, rendido de repente pero nunca del todo. A cámara lenta, sin perder un solo paso, El Juli se explayó con la de siempre su mejor mano, la izquierda. Se puso de pie la gente, que empujó tras la espada. Un pinchazo y otro hondo. Un descabello. Iban a haber sido dos orejas. Todo quedó en una clamorosa vuelta al ruedo.

Pasó lo propio de estas ocasiones: la corrida estuvo donde El Juli y sus dos toros tan distintos. Muy pegado en el caballo, el primero de la tarde, se puso pegajoso. Morante le pegó muletazos muy bonitos para abrir faena -había pasado en blanco con el capote- y alguno más suelto después. El cuarto, con genio, la cara arriba, se defendió, Morante se limitó a torear por delante sin terminar de enfadarse y, antes de matar, firmó dos muletazos de pitón a pitón del repertorio clásico, distintos. El lote de Aguado, dos toros nobles -muy bondadoso el tercero, más picante el sexto- le sorprendió. O no se lo esperaba de esa manera. Torear después de El Juli en los dos turnos fue un hándicap. Lo acusó, le pesó la plaza, no se acopló, no se tomó la menor confianza.

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Bitácora. Madrid 11 de mayo 22 En una de las Cartas desde España que José María Blanco White escribió en 1807 y publicó años después en inglés, la Carta X (décima), relata un viaje desde Sevilla a Madrid que no tiene desperdicio. El relato del viaje es muy breve, no así la carta, dedicada a describir con todo lujo de detalles la relación de la reina María Luisa de Parma con el más querido de sus amantes, Manuel Godoy, el Príncipe de la Paz, Duque de Alcudia y Alto Almirante, honores a los que fue encumbrado por la reina licenciosa, "vieja y fea",  desdentada, retratada por Goya con morbosa intención. Esa carta trata, además, de la corrupción de Floridablanca, de la crueldad de Godoy como jefe de gobierno digamos, de las pretensiones del joven Urquijo y de las dos caras de Jovellanos, el primer gran antitaurino de nuestra literatura patria. Un enamorado de Sevilla: Jovellanos. Ya somos dos. Tiene gracia que en el azulejo que le da nombre a la callecita junto a la iglesia de San José a él dedicada rece "Jovellano" y no Jovellanos, como si hubiera habido dos distintos, que es la teoría de Blanco White, el más perverso de los escritores sevillanos de su época: "El viaje de Sevilla a Madrid -una distancia aproximada de doscientas sesenta millas inglesas- se realiza por lo común en pesados carruajes tirados por seis mulas, por espacio de diez u once días". O sea, el Ave.
Última actualización en Miércoles, 11 de Mayo de 2022 21:15