Madrid. Crónica de Barquerito: "Arrojo y entrega de Román con un tremendo toro de Montalvo"

Miércoles, 24 de Mayo de 2023 00:00
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Oreja para una faena de riesgo y emoción

Mermada en El Batán, solo cuatro toros de la anunciada corrida de Algarra

Bravos en el caballo, tres de ellos nobles y de buen juego


Madrid, miércoles, 24 de mayo de 2023. (COLPISA, Barquerito)

Madrid. 13ª de abono de San Isidro. Primaveral, nubes y claros. 18.224 almas. Dos horas y cuarto de función. Cuatro toros de Luis Algarra y dos -4º y 5º- de Montalvo, que completaron corrida

 

Octavio García “El Payo”, silencio y silencio tras aviso. Román, ovación y una oreja. Francisco José Espada, vuelta al ruedo y ovación tras aviso. Espada, fue herido por el sexto durante la faena, pero terminó su lidia y pasó después a la enfermeria.
"Herida por asta de toro en cara interna tercio superior del muslo izquierdo, con dos trayectorias, una ascendente de 15 cm. que alcanza pubis y otra hacia dentro de 15 cm. que bordea el recto. Puntazo corrido en cara posterior de gemelo izquierdo y policontusiones en ambas piernas. Es intervenido bajo anestesia general en la enfermería de la Plaza de Toros. Trasladado a la Clínica Fraternidad Muprespa Habana."
Pronóstico: Grave. Firmado: Dr. García Padrós / Dr. García Leirado

 

José Chacón cerró al primero corriéndolo a una mano con su habitual maestría.

LOS TRES TOROS cinqueños de Algarra jugados en la primera mitad de corrida, muy bien hechos y de temperamento diverso, dieron juego. Un promedio de 520, kilos, pero impecable trapío. El segundo, sardo, muy ovacionado al asomar, galopó con ganas. Primero y tercero se encelaron en el caballo de pica. El uno, empotrado contra el peto sin pegar una sola cornada. Casi dos minutos de combate sordo. Se salió luego suelto y en busca de tablas, pero no por aquerenciarse en ellas. El otro, que fue corrido al caballo, empujó con parecida fijeza y salió de varas embistiendo por abajo. El bello sardo, que tomó capa con caro son y repitiendo, se dejó picar de cualquier manera.

Con el primero, un toro de muy particular estilo, abanto y frío de partida, avivado en banderillas, fijo en la muleta, reapareció en Madrid tras larga ausencia El Payo, que en las Ventas dejó de novillero sello. El tercero de los cuatro toreros mexicanos anunciados este año en San Isidro, pero el único de los cuatro sin paso previo por escuelas taurinas españolas. El aire mutante del toro en los dos primeros tercios pareció desconcertarlo. No tardó en entenderse con él y en llevarlo por la mano derecha empapado, retemplado en el engaño. Muletazos carísimos -los mejores de toda la tarde, debidamente subrayados- en tres tandas de hasta cuatro ajustados, ligados, bien tirados. Sin el remate obligado de pecho ninguna de las tres. Faena en un palmo de terreno. No quiso el toro por la otra mano.

Román optó con el franco sardo por la apertura a distancia, casi en los medios, pero en la paralela de las tablas. Además de la tanda de apertura, que violentó la inercia del toro, otra más, y otras dos, una por cada mano. Espectacular la apuesta, pero no vino en ninguna baza toreado el toro, que empezó a decaer al cabo de veinte viajes de aliento. Cuando se paró el toro, a Román no se le ocurrió nada. Una estocada sin puntilla.

De los tres primeros algarras, el de mejor nota fue el tercero. Lidiado con notable desorden, a su aire, rompió a embestir sin demora. Tras una apertura sonada por estatuarios cosidos con cambio por la espalda y dos de pecho, también Francisco José Espada buscó en la distancia y en los medios la razón del toro. Faena aparatosa, desigual, de rumbo incierto, malograda por la mano izquierda del toro -embestidas profundas, largas y prontas- y sacudida antes de la igualada con una tanda de bernadinas auténticas, muy distintas de las que lo parecen, pero no atienden al original: ajustadas, el péndulo entre pitones, el viajes cambiado en un alarde de verdad. Soltando el engaño, una estocada. El golpe teatral de la tanda a la Bernadó levantó pasiones, Hubo petición probablemente mayoritaria. El palco se enrocó. Mediría el peso de la faena y sus méritos.

Para completar el sexteto desbaratado de Algarra vinieron dos toros de Montalvo que no se parecieron en nada. Descarado, dos severas agujas, bastante feo, un cuarto de malos apoyos que perdió muchas veces las manos, se afligió y apenas dio de sí. Faena justificatoria, empeñosa y sin historia de El Payo.

Y luego vino la bomba de la tarde: un quinto chorreado en morcillo, de mayúscula hondura, cuajo formidable, algo panzudo pero corto de manos y bajo de cruz, bien armado, muy astifino. Casi 600 kilos, en movimiento a las primeras de cambio, galopes de exhalación. Picado bien pero poco por Pedro Chocolate, enterró pitones, cobró medio volatín y cayó a plomo, pero se levantó ligero y se fue por el caballo sin más. Se dolió en banderillas, dos escarbaduras, un mugido y al ataque sin demora. Román volvió a su idea fija de los cites en la distancia y dando ventaja al toro, que, crudo, se arrancó en tromba, descompuesto si no venía metido en el engaño, crecido. Román asumió el combate con su arrojo y su entrega de siempre, puesto como fuera, sacando el engaño a tiempo, librando angustiosamente viajes que eran inciertos por voluptuosos. La gente pasó miedo de verdad. Se desbordaron las emociones. Una voltereta sin consecuencias, un desarme, una tanda de manoletinas eléctricas, una estocada a ley. Todo pasó muy seguido. La intriga de una montaña rusa. Una oreja como una medalla de méritos por la patria.

El sexto, de vuelta a Algarra, fue el único bastote de hechuras del cuarteto. De buena conducta en el caballo, derribó y descabalgó, se dejó la fuerza en varas y se paró demasiado pronto. Una porfía serena de Espada, volteado en un trance imprevisto. Y una herida que sangraba por la entrepierna. Aguantó sin dolerse hasta tumbar al toro.

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Cuaderno de Bitácora.- Al cabestro de cola del Encierro de bronce de las Ventas le han arrancado de cuajo el cuerno izquierdo. Es el único de toda la manada que lucía asta y pitón dorados. Por eso destacaba sobre todos los compañeros del friso de Sanguino, el escultor que ideó el invento y lo puso en el muro de mármoles que sostiene el talud de poniente- El cuerno venía a caer a casi dos metros del suelo.La altura era toda una tentación. La tentación de alzarse para colgarse del cuerno y columpiarse. Estaba cantado que algún día tendría que troncharse. Tal vez fuera anoche. Y, si no, hoy mismo por la mañana. No se sabe dónde estará el cuerno.

Última actualización en Jueves, 25 de Mayo de 2023 15:21