MÁLAGA. Crónica de Carlos Crivell: "El Juli arrolla con reses impresentables"

Miércoles, 18 de Agosto de 2010 00:00
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Jandilla / Javier Conde, El Juli y Sebastián Castella

Plaza de Málaga, 18 de agosto de 2010. 6ª de Feria. Casi lleno. Tres toros de Jandilla, dos de Vegahermosa, 1ª y3º, y uno de Parladé, el quinto. En general, justos de presencia, con pitones y mínimo trapío. El seto, un novillo de plaza de segunda. Buenos, segundo y cuarto, ambos del hierro titular. Saludó en banderillas Óscar Reyes. El banderillero Cándido Ruiz fue cogido en el primero y fue operado de una cornada en la pierna derecha de 12 centímetros que afecta a músculos tibiales y periostio y politraumatismo generalizado de pronóstico grave.

Javier Conde, de fucsia y azabache, media atravesada (silencio). En el cuarto, pinchazo y honda atravesada (división tras aviso).

El Juli, de tabaco y oro, estocada (dos orejas). En el quinto, dos pinchazos y estocada contraria (saludos). Salió a hombros.

Sebastián Castella, de turquesa y oro, pinchazo y descabello (una oreja). En el sexto, media estocada atravesada (saludos).

El Juli llegó a Málaga y arrolló  con su inteligencia y su domino de todos los secretos de la lidia. Se mostró pletórico en el segundo y por encima del más parado quinto. Fue una de esas tardes en las que el joven maestro demuestra los motivos de su absoluto liderazgo del escalafón.

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Dicho esto, la corrida de ayer es de las que deben tomarse como ejemplo de lo que no puede consentirse en una plaza de primera categoría. Hay que  volver a recordar que la mejor defensa de la Fiesta es ella misma con su grandeza, que conlleva una alta dosis de pureza. En La Malagueta no hubo toros de primera,  no se picaron los toros y se cortaron orejas que no deben ser ejemplo de plazas de máxima categoría.

Así están las cosas en esta plaza, donde hay una notable carencia de autoridad. A toro pasado, no se entiende la suspensión del primer día. Es imposible que los astados rechazados tuvieran menos trapío que algunos de los lidiados en esta corrida de Jandilla con los remiendos de Vegahermosa y Parladé.

Fue una corrida en al que todo estuvo ausente. No se picaron los toros, que pasaron por las cabalgaduras de forma testimonial, no hubo quites con el capote, tampoco lances brillantes en los saludos, y todo quedó limitado a la muleta, que es la expresión de la corrida moderna en al que ya no hay nada reconocible que lo que siempre ha sido la corrida de toros.

El Juli se sintió cómodo y seguro con la novillada que lidió ayer en Málaga. Tiene tanto sitio, es tan poderoso y es tan buen torero que debió sentirse como en un tentadero. Al segundo, que fue bueno en la muleta, le hizo una faena completa con tandas por ambos pitones, siempre con temple, de toques perfectos y un buen gusto creciente en sus formas. Mató de forma contundente y el santo público le pidió ambas orejas que la señora presidenta, estaría bueno, no dudó en conceder. Lo del palco en Málaga es para un tratado especial.

El quinto fue chico y no tenía poca vida. No es que al perdiera en un tercio de varas espectacular, no, es que no tenía casta y aguantó algunos pases de El Juli, aunque a veces no se puede superar las condiciones de un toro tan descastado.

El número de Javier Conde fue sencillamente penoso. El primero de la corrida fue descastado. Conde lo toreó  a gran distancia con movimientos de piernas continuos. En este primero se puede disculpar que no hubiera lucimiento. Lo grave fue lo sucedido en el cuarto, tan chico como buen toro, al que desperdició de manera lamentable en una faena de perfiles, distanciada y de mínimo contenido, aunque fiel a su estilo se dedicó a componer la figura con movimientos eléctricos muy alejados de la naturalidad que debe presidir el buen toreo. Para colmo, se sucedieron las dudas y los enganchones y aquello acabó de mala manera.

El francés Castella le cortó una oreja al tercero, también noble, por una labor muy clásica en su estilo. Destacó en las tandas por la derecha, templadas y ligadas, aunque faltó más intensidad para encandilar al público. Acabó con su clásico arrimón con el animal ya en otra vida y arrancó una oreja inverosímil después de un pinchazo y un descabello.

El sexto fue tan chico que la plaza, de costumbre amable, gritó que parecía de tercera. Fue un novillote de una plaza cualquiera que pasó el fielato del reconocimiento y se coló en la corrida para escarnio de una autoridad inexistente. Castella estuvo animoso en al primera parte con sus pases por la espalda, pero el torillo se fue a las tablas de manso total. La tarde murió en tablas y el aficionado malagueño se preguntaba cómo se podía llegar a esta situación tan mínima en todos los sentidos.

Decía un ilustre filósofo de moda que hay que pasar de las críticas porque estamos en una guerra. Las guerras se ganan con corridas de toros de verdad, serias, que pasen por el caballo, a la que se le hagan quites y con toreros dominadores, valientes y artistas. Es decir, que la guerra se pierde con espectáculos ínfimos como el de ayer en La Malagueta, bendecido por una autoridad incompetente.

 

Última actualización en Jueves, 19 de Agosto de 2010 10:27