TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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BARCELONA. Crónica de Barquerito: "El Juli, en torero grande, y Manzanares, a hombros"

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TOROS. Crónica de la corrida de Barcelona

Barcelona:  8ª de la Feria del Mediterráneo

Corrida variada de Victoriano del Río, un sexto de dulcísimo son y con él se abre la puerta grande José Marí. El Juli, en su mejor dimensión, somete a modo dos toros

Barcelona, 18 jul. (COLPISA, Barquerito)

Barcelona. 8ª de abono (Feria del Mediterráneo). Casi tres cuartos: 12.000 espectadores. Bochorno, algo revuelto.

Seis toros de Victoriano del Río. Los dos primeros, con el hierro de Toros de Cortés; los demás, con el del propio nombre. Corrida en general bien cortada, pero de desigual remate. El quinto, ensabanado y capirote en cárdeno, fue el de más trapío. Protestado el tercero, justo de trapío. Terciados segundo y sexto. Este sexto, de muy pastueño son, noble y fijo, se empleó con calidad. Zurrados a modo en el caballo, flojeó el primero y se movió con aire bravo el cuarto; el segundo, muy sometido, se rajó; escarbó pero salió bondadoso el tercero;  el quinto, de más a menos hasta venirse abajo.  Todos aplaudidos en el arrastre.

El Fundi, de blanco y azabache, silencio tras un aviso y pitos. El Juli, que sustituyó a José  Tomás, de tabaco y oro, saludos y una oreja. José María Manzanares, de tabaco y oro, ovación tras un aviso y dos orejas.

Buenos pares de banderillas de Luis Garcia, Curro Javier y Juan José Trujillo. Un notable puyazo de Diego Ortiz al quinto.

A SÓLO DIEZ DÍAS de la votación que en el Parlament decidirá sobre la abolición o no de las corridas de toros en Cataluña, ésta de Barcelona vino cargada de intenciones. Después de cortar en mayo temporada por causa mayor, José Tomás dejó vacante su plaza. Vino por él El Juli. Un Juli espléndido. En su palo específico de torero inteligente que desgrana como en clave las razones de torear: la elección de terrenos y distancias, las pautas y los momentos de la lidia, la misma mesura sin descartar ni improvisaciones ni golpes de sorpresa. Y en el otro palo, es decir, en versión más desgarrada, de torero eternamente ambicioso.

 

Y responsable: sobre sus hombros caía el peso de esta corrida tan trascendente. Era la vigésima octava vez que en once años hacía el paseo en la Monumental. Nunca con tanta carga. Por primera vez sustituía a José Tomás en Barcelona. Estuvo la gente con El Juli tan cariñosa como suele. “Juli, te queremos”, dijo una voz anónima. Pura correspondencia: Manzanares llegó a torear entregado, ajustado y acoplado con la mano derecha a sus dos toros, pero sin redondear faena, y el fondo de la corrida estuvo más donde anduvo El Juli que en ninguna otra parte. Cauteloso, desconfiado y en renuncios repetidos, El Fundi, descarado sólo en un quite de lances de costadillo al tercero, no contó apenas. Hizo pegar en varas sin piedad a sus dos toros. El primero se acostó por la mano izquierda pero descolgó bien por la otra. No estaba El Fundi para mayores tratos. El cuarto tuvo bravo fondo y estuvo a punto de desbordarlo.

Los dos toros sencillos fueron los del lote de Manzanares: un bomboncito el sexto, engatillado, brocho y terciado; noble el tercero, que se astilló el pitón izquierdo al primer remate, escarbó entre pausas y tuvo la virtud de meter la cara por abajo. En corrida caprichosamente repartida El Juli se llevó los dos toros que, dando juego, fueron menos propicios: el segundo, por ponerse pegajoso y adelantar por la mano derecha, y por rajarse sin remedio cuando El Juli, que lo templó en dos tandas devastadoras con la zurda, se emperró casi tercamente en sujetarlo fuera de querencia como si quisiera amarrarlo; y un quinto de espectacular estampa: anchos pechos y caja, casi 600 kilos, la pinta ensabanada pero capirote en cárdeno, ojalado y bocinero, el de más cara de la corrida. Un cromo.

Toro guerrero pero El Juli pidió a Diego Ortiz que midiera un puyazo primero, que tiñó de sangre como un gran borrón colorado la capa de armiño. El Juli lo toreó en los medios y dando distancia en tres tandas en redondo de rico compás: despacio de verdad. Con ese codilleo que El Juli ha incorporado a su repertorio bastó para sujetar al toro, que estaba venido abajo a los quince viajes en serio. El Juli, espléndidos en remates cambiados a pies juntos –como homenajes intencionados a José Tomás-, tuvo que darle refresco al toro. Quería cortarle las orejas.

No quiso trabajar por la mano izquierda el toro, y escarbó, y El Juli recurrió entonces a los péndulos, a encajarse entre pitones, a tirar por arriba en viajes de ida y vuelta, a dos cambios de mano, a los circulares agónicos sin perder pasos. O sea, que fue zurrar la badana al toro. El toro se rindió tras la igualada tres veces, El Juli dibujó un soberbio muletazo de recurso en uno de esos cantes de gallina, pinchó arriba y, luego, enterró la estocada de la tarde, a volapié y en la misma cruz. La arrancada última del toro la libró con otro muletazo por alto fantástico, digno de verse. Y rodó sin puntilla el toro.

Como el pitón derecho del segundo fue un punto incierto, El Juli no pasó con la espada hasta el tercer viaje y tuvo que descabellar dos veces. Entre los primores de Julián con el capote, el mayor fue un quite por chicuelinas al segundo toro: dejándolo llegar mucho y girando de puntillas. Un remate a punta de capote fue antológico.

Manzanares pegó, sueltos, lances templados. No siempre cargada la suerte, volados los brazos. En paralelo a tablas le armó al tercero una linda primera parte de faena. Sin ligar con la izquierda, tapando en exceso al toro y abusando de las pausas. No tuvo unidad la faena. Un pinchazo, una estocada ladeada y desprendida. El encaje en los muletazos que abrieron tanda con la derecha, en el sexto toro, fue, con diferencia la obra mayor de Manzanares en toda la tarde. Su mejor señal. Entre los solos del pifano de un pasodoble se oyeron estremecedoramente las voces de Manzanares para reclamar a un toro que venía al engaño y no de oídas. La faena, sin apuesta por la mano zurda, perdió carácter en cada corte, pero el final, con circulares invertidos provocó a la gente. Y pases de pecho de los de fundirse. Una estocada a paso de banderillas y arrancando desde muy largo. Letal.

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Postdata para los íntimos.-

En la calle Locutorio estaba esperándome el taxi apalabrado a las siete y cuarto de esta mañana. Flamenco en los jardines los Orleans hasta las tantas de la mañana. Indescriptible. Dos horas he dormido.

El Jerez-La Parra, a las ocho; el avión, a las nueve y media. Barcelona, terminal nueva, autobús a Plaza Cataluña. Cosas catalanas:
el billete de Barcelona Aeropuerto cuesta cinco euros y cinco céntimos. Me parece una de las cosas más absurdas que he visto en
tanto tiempo de feriante. Como si costara cuatro noventa y cinco.

Bochornazo en Barcelona. He comido mal en un sitio donde antes se comía bien. En cambio, en Sanlúcar, con las tapitas de La Cueva o del
Balbino, o las papas del Barbiana, juro que he saciado mi apetito para lo que resta de verano. El atún con salsa de cebolla y jamón, el pez
espada en salsa de almendras, el budin de atún con mahonesa, ese salmorejo de tomate de La Algaida, esas papas de La Algaida, esa crema de melón de La Algaida. Etcétera. Y una pareja de madrileños, que vivían en la habitación de al lado en Los Helechos, se encargaron para cenar el viernes y el sábado una pizza. Me dio pena.

Arrebatos de Manzanares, firme en momentos delicados, pero tenso al salir de suertes y remates. Una contradicción. Julián ha estado como
casi siempre. La corrida no ha sido la de Pamplona. Y no entremos en detalles.

Mañana duermo en Madrid,

 

Última actualización en Domingo, 18 de Julio de 2010 22:03