TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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SANLÚCAR DE BARRAMEDA, CÁDIZ. Crónica de Barquerito: "Morante hace los más caros honores a un viejo maestro del toreo, Limeño, en el cincuentenario de su alternativa"

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TOROS. Crónica de la corrida de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz)

Dos faenas de sutil delicadeza y gran gobierno del torero de la Puebla del Río. Premio largo para Manzanares con el toro de la corrida. Cayetano, arrollado pero ileso

Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), 17 jul. (COLPISA, Barquerito)

Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Muy caluroso. Más de media plaza. Lleno en sombra, pobre entrada en sol. 3.500 espectadores.

Seis toros de El Torero (Lola Domecq), que dieron de promedio 515 kilos. Ni pobres de cara ni ricos. El quinto, de muy buen son, el de mejor nota, premiado con la vuelta al ruedo cuando ya estaba laceado al tiro de arrastre. Como no se percataron ni el alguacil ni los mulilleros, no se rindieron los honores de rigor. Dio juego el sexto. Brusco y áspero el primero; manejable el segundo, que derribó y escarbó; mansito y sin fondo el tercero; cabeceó sin terminar de emplearse el cuarto.

Morante de la Puebla, de verde esmeralda y oro, palmas y una oreja. José Maria Manzanares, de carmín y oro, una oreja y dos orejas. Cayetano, de gris plomo y negro, silencio y una oreja.

LA PENÚLTIMA celebración del cincuentenario de la alternativa de José Martínez "Limeño" fue una corrida de toros. El mismo cartel de la que fue el pasado mayo la mejor corrida de la feria de la Manzanilla, tan afamada. Morante, Manzanares y Cayetano. En el lote de Morante entraron, por delante, un toro bastante violento y un punto descompuesto, que pegó trallazos; y un cuarto resentido de un volatín completo –a cámara lenta, como si se fuera destroncado a pedazos- y que por eso pegó cabeceó. Morante hizo y firmó las cosas más suculentas de toda la tarde. No con el capote, porque el cuarto se le vino cruzado y lo desarmó, y al primero, con genio malquistado de salida –las manos por delante, a zarpazos-, sólo pudo darle toques por delante. Toques de capa de Morante: en ellos aflora queriendo o sin querer un primor especial. Se esperaba que la primera faena fuera de las de cortar por lo sano, pero Morante sorprendió con un trasteo paciente, sinuoso y poderoso, de encaje seguro, enganches y toques, la mano baja. Ni dos gañafones de protesta del toro desalentaron a Morante, mandón, sutil, sereno. El toro se rajó cuando Morante le hizo trabajar. Como Morante saca la espada de acero, no necesitó de más para dejar cuadrado al toro en un recorte. Pero no cruzó Morante, que atacó demasiado abierto. Tres pinchazos, media, dos descabellos.

La faena del cuarto, rematada con una excelente estocada en el hoyo de las agujas, fue menos laboriosa que la del primero. Claras las ideas, seguro el compás: muy de Morante el trabajo, en un palmito de arena. Cadenciosamente, sin interrupciones ni pausas, sin perder terreno ni cuando el toro lo midió, y lo hizo más de una vez. A pies juntos hubo muletazos de solemne calidad: la solera. Pareció fácil porque Morante lo hizo como si fuera sencillo.

Limeño, cumplidos ya los setenta y pico años pero en perfecto estado de revista –sólo una ligera sordera-, ha sido el torero más querido de cuantos ha dado nunca Sanlúcar de Barrameda. "Idolatrado en su pueblo", dijo Jaime Ostos, su padrino de alternativa, que acudió el sábado a una charla de homenaje en el Ayuntamiento. "Un dios", fue todavía más lejos un torero paisano, José Luis Parada, a quien dio la alternativa el propio Limeño. Dios, ídolo y, como dijo Álvaro Domecq Romero, "amigo inmejorable". En la placita donde se alza la plaza de toros de Sanlúcar erigieron a Limeño hace veinticinco años un busto de bronce sobre una humilde peana. El gesto de la efigie y el de ahora, un cuarto de siglo después, parece el mismo. El sentido del toreo de Morante fue, en fin, parte del homenaje.

Sólo que el único de la terna que decidió brindar a Limeño un toro fue Manzanares. El brindis se subrayó con una ovación de gala. Con naturalidad impecable, Limeño sintió por quién iban de verdad las palmas y saludó con el brazo medio soltado en semicírculo, como los toreros, y luego se llevó la mano a la boca para lanzar un beso a todos. Gesto de cariño y bonhomía. Manzanares tuvo también el detalle de entregarle al final de la vuelta al ruedo las orejas del quinto toro. Limeño se las pasó parece que a uno de sus nietos.

Manzanares abusó con el quinto del toreo en línea y aprovechón, de componer a mitad de viaje, de tapar al toro y no ligar propiamente. Se celebró la faena. Y una estocada de rápido efecto. A ese toro lo picó bien de verdad Barroso hijo. El segundo de corrida, que derribó y le dio a un caballo una paliza imponente -de tres croquetas seguidas-, se puso pegajoso. Muy habilidoso Manzanares para, con oficio, dibujar una tanda muy despaciosa y otras no tanto. El tercero se apagó a los diez muletazos y se acabó a los quince. Cayetano entró a matar sin perder tiempo pero salió arrollado de la estocada por quedarse en la cara mientras el toro arreaba a querencia. La cogida debió de ser muy dolorosa porque salió de la enfermería Cayetano dos toros después visiblemente pálido. Hizo, sin embargo, el esfuerzo y, sin terminar de acoplarse, se asentó con el buen sexto. Una faena ligera, breve. Y agradecida.

Última actualización en Domingo, 18 de Julio de 2010 14:30