TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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Sevilla. Crónica de Barquerito. Faena rotunda y poderosa de Perera malograda con el descabello.

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Premiado con vuelta en el arrastre el toro del que pudo ser triunfo de dos orejas del torero extremeño


Corrida de serio cuajo y desigual condición de Santiago Domecq


Sevilla, 6 may. (COLPISA, Barquerito). - 11ª de abono. Primaveral. 9.500 almas. Dos horas y media de función. Seis toros de Santiago Domecq. El segundo, Anárquico, 558 kilos, premiado con la vuelta en el arrastre. Manuel Escribano, silencio en los dos. Miguel Ángel Perera, saludos tras dos avisos y silencio. Borja Jiménez, silencio tras aviso y silencio.

 

MÁS CUAJADA Y ARMADA que cualquiera de las corridas jugadas por delante, la de Santiago Domecq, de hechuras dispares, trajo dos toros cinqueños, segundo y sexto, de particular seriedad. El segundo galopó de salida, peleó en el caballo, esperó en banderillas, se dio con entrega, nobleza y buen son en la muleta y murió aculado en tablas y defendiéndose sin descubrir cuando Perera, que lo había toreado limpia y poderosamente en una larga e intensa faena de carácter muy de su sello, trató de concluir, tras estocada atravesada, con un golpe de cruceta que, de ser certero, iba a ponerle en las manos las dos orejas ganadas a ley. Hasta el cuarto intento no pudo despenar al toro, que, ya tocado, llegó a levantarse dos veces mientras el tiempo corría, y tanto que hasta llegó a sonar un segundo aviso antes de doblar. No hubo manera de echarle al hocico una punta de capote. La resistencia del toro, que estuvo a punto de arrollar al propio Perera, se tomó por la señal que confirmaba su bravura. Hubo una ligera petición de vuelta para el toro -Perera había perdido ya las orejas- y el palco sacó el preceptivo pañuelo azul. La vuelta o arrastre lento no fue tan clamorosa como es costumbre.

Cuando Perera salió a saludar al tercio, la ovación fue tan rotunda como la propia faena que, desgranada en cinco tandas en redondo -la primera, de telones cosidos con dos de la firma y el de pecho-, se distinguió por la seguridad, el gobierno y el encaje. La coda final incluyó el alarde de ligar por dos veces seguidas el natural con el de pecho y una ronda última de roscas, péndulos, circular inverso y el ocho en madeja según patente de Daniel Luque, aunque el propio Perera podría bien pasar como inventor de la suerte.

El otro cinqueño, sexto de sorteo, negro zaino, fue el de más trapío de cuanto va de feria. Hechuras imponentes y un galope primero más que prometedor porque el toro se estiró a las primeras de cambio. La apuesta temeraria de Borja Jiménez -a porta gayola sabiendo lo que iba a venírsele encima- se resolvió con un medio desarme y lances a pies juntos cosidos con chicuelinas. Ni vencedor ni vencido. Nada más asomar el caballo de pica el toro hizo intención de ir por él. Lo sujetaron a tiempo. Se arrancó con fiereza, cobró arriba y sangró, volvió el caballo, apretó contra las tablas y, de no ser por la pericia y el valor de Tito Sandoval, el derribo se habría consumado. El caballo de la cuadra de Peña hizo honor a su bien ganada fama de la mejor cuadra española de picar. Se reclamó tímidamente que el toro tomara una segunda vara por derecho, pero se la negaron Borja y su gente. El palco cambió el tercio precipitadamente. En banderillas, venido arriba, el toro se hizo el amo y sembró el desconcierto. En la muleta, sin embargo, la proclamada fiereza no fue tanta. Tampoco la estrategia de Borja Jiménez fue la más acertada. Apurado e impropio comienzo de rodillas en tablas y apertura al tercio, casi los medios, donde, apenas gobernado, el toro dejó estar incluso cuando empezó a enterarse. Desigual de logros, asiento y aciertos, la faena, cortada en pausas, tuvo color popular y, sin embargo, no caló.

Iban casi dos horas y media de festejo y pesaría la piedra de los asientos tanto como la propia corrida. La primera parte se llevó hora y media. La parsimonia habitual de Escribano, a porta gayola en los dos turnos sin fortuna, sus dudas ante la agresividad dormida del toro que partió plaza, su machaconería con un cuarto mansito y sin fuelle; la insistencia del propio Perera con un quinto que no podía con su alma; y el exceso de castigo en los doblones de Borja para abrir faena con un tercero que no pudo sobreponerse a tan severo castigo y menos a un planteamiento encimista y asfixiante.

Todo eso, en el debe del espectáculo.

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Cuaderno de Bitácora. - Anoche fue el alumbrao. Se encienden a las doce las luces, no sé cuántas, de la portada del ferial. Y ya está en marcha la feria de Sevilla. Las calles del centro se quedan vacías. Y mañana, festivo, más. La gente feriera viste de etiqueta. Traje y corbata los hombres de todas las edades, Galas femeninas muy estudiadas. Las que visten de flamenca, más estudiadas que las de tiros largos sin más.

Gente elegante por donde mires. En los toros también. En las gradas de sombra, tanques de gintonic sin freno ni medida. El silencio famoso de Sevilla se respeta todavía. Pero un rorro de cuatro meses no más ha roto a llorar en el quinto toro. Tendría hambre. O se estaría aburriendo.

Última actualización en Martes, 06 de Mayo de 2025 21:23