TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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Sevilla. Crónica de Barquerito. Manuel Escribano dos orejas de un toro extraordinario de Victorino.

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Una bella corrida de notable remate con tres toros difíciles y dos más de interés


Luque expone con un tercero mirón y Escribano firma una faena de alto riego

 

El Cid, solo de paso


Sevilla. Sábado, 3 de mayo de 2025. 8ª de abono. Ventoso, primaveral. Lleno. 12.000 almas. Dos horas y tres cuartos de función. Seis toros de Victorino Martín. El quinto, Mosquetón, negro entrepelado, 510 kilos, premiado con la vuelta en el arrastre. El Cid, silencio y silencio tras aviso. Manuel Escribano, ovación tras aviso y dos orejas tras aviso. Daniel Luque, ovación y silencio..

Brega notable de Juan Sierra, que saludó en banderillas

 

CINQUEÑA, astifina, sacudida de carnes, en tipo, muy bien rematada con la excepción del sexto, inquietante como suele, la corrida de Victorino trajo un quinto toro de fondo, estilo y son extraordinarios. Completo en los tres tercios. Bravo de salida y en el caballo, salió galopando de la segunda vara, señal inequívoca de su condición. Bravo, pronto y claro en banderillas. Y bravo, formidables la elasticidad y la entrega atemperada, la fijeza también, en una larga, espaciada y en exceso esponjada faena de Manuel Escribano, que dio al toro trato solemne. Al toro y de paso a sí mismo pues no escatimó efectos coreográficos sino todo lo contrario. Faena firme, valerosa y aparatosa, de rigor técnico -suaves los toques y reclamos- casi entera en los medios, y partida en dos mitades porque un desarme en la tercera tanda hizo callar a los músicos y obligó a recomenzar. En uno y otro tramo, particularmente el segundo, cortado por pausas en parte gratuitas, el toro se dio de la misma manera. Y de la misma manera por las dos manos, incluso cuando la exigencia, al cabo de siete, ocho o nueve tandas, fue máxima. El hocico por el suelo, la embestida hasta el final y fantástica la manera de responder en los amplios cambiados de pecho con que Escribano remató tandas dejándose ir. Fueron las dos últimas tandas las más logradas y despaciosas de una faena no entrecortada pero sí de logros y ligazón desiguales. Lo más caro vino con la mano izquierda, la mejor de las dos del toro, cuyas embestidas coreó inconscientemente la inmensa mayoría. A los méritos de la faena se sumaron los de un comprometido tercio de banderillas sellado con un arriesgado quiebro en tablas librado con el apoyo de una punta de capote providencial. Escribano había recibido el toro a porta gayola, del lance salió por pies pero se estiró en las rayas con una madeja de verónicas de mucho vuelo e impecable asiento. El broche fue, después de un aviso antes siquiera de cambiar de espada, una estocada letal. La fiesta se vivió con un público cómplice, que reclamó una segunda oreja pese a la reticencia del palco. La presidenta, Macarena de Pablo-Romero, tuvo el detalle de atender la petición minoritaria de vuelta en el arrastre para el toro, que se llamó Mosquetón.

A cargo de Escribano corrió, además, la faena de más tensión y riesgo de la tarde con un segundo toro remiso, receloso e incierto al que tocó tragar a secas en el mismo platillo y a pesar de que el viento a rachas no permitía confianzas. Pegarle dos tandas con la zurda sin hilván, de uno en uno, y todos sacados por debajo del pitón, fue una hazaña. Tanto como aguantar las probaturas del toro, que tuvo una virtud: humillar. Muy de otra manera fueron los otros cuatro toros de Victorino. Singular el primero, que aquerenciado en la última puerta de toriles tardó cuatro minutos en asomar y hacerse en plaza, pero solo para emplazarse como si lo hubieran clavado. Fue muy costoso llegarle y provocarle. Lo hizo con admirable maestría Juan Sierra, que, el capote al morro, aguantó los fieros viajes revueltos en un palmo. Apalancado, no dejó a El Cid más opción que la de abreviar. Inseguro, acusando la obligada falta de sitio, El Cid no se acopló con un cuarto de buen juego pero no sencillo.

Daniel Luque se llevó el lote peor de una corrida de desigual condición. Un tercero muy mirón que se acostaba y cortaba en medias embestidas, y derrotaba, y un sexto distraído y a la defensiva que no hizo nada de victorino legítimo. Al tercero, que salió con muchos pies, le pegó en el recibo una tanda de largas improvisadas cosidas con tres verónicas poderosas. La solución fue muy celebrada. Seguro y despierto, le dio ventajas al toro y quiso torearlo a la voz. En dos o tres desplantes intercalados como suertes de recurso y no de mero adorno dejó ver su intención de hacer más de lo que permitió el toro, que había brindado desde los medios a la memoria de Daniel Rufo, su padre, fallecido esta misma semana,

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Cuaderno de Bitácora.- Cerrado por reforma Tejidos Peñaflor, la mercería perfecta de Triana al final de la calle  San Jacinto. Mi gozo en un pozo. En el 40 desde Reyes Católicos. Interminable espera. Atascado el Paseo Colón. Colas para entrar en la Torre del Oro. Y para salir también. Es un museo pequeño pero precioso. Con ángel. El recorrido en el asiento delantero del autobús sirve para confirmar que, sin contar los encantos de la Triana marinera, lo mejor del barrio son sus colonias obreras de los primeros 60. No me atrevo a poner fecha.

Un breve paseo por la calle Castilla, que encuentro muy puesta al día y en orden. Gentrificada, modernizada, muchos garitos nuevos. Tres invitadas de una boda en la O se habían desorientado y corrían con sus galas puestas en busca de la iglesia, También hubo boda en Santa Ana y, luego, en la calle Betis me encontré con un grupo de militares de marina en uniforme de gala. Todo el mundo casándose!

El mercado de Triana se ha convertido gracias al turismo en una meca gastronómica. Hasta los topes todas las terrazas interiores. Gente feliz, muy feliz. O eso parecía.

Última actualización en Domingo, 04 de Mayo de 2025 09:34