Una manera de embestir fuera de lo normal y una muerte de bravo
Oficio de El Fandi por debajo de las circunstancias
Notable versión de David Galván
Papel menor de Ginés Marín
Sevilla, miércoles, 30 de abril de 2025. (COLPISA, Barquerito). Quinto festejo de abono y cuarto de feria. Templado. 4.500 almas. Dos horas y media de función. Seis toros de Alcurrucén (Familia Lozano). El Fandi, silencio y división al saludar. David Galván, saludos tras aviso en los dos. Ginés Marín, palmas tras aviso y silencio.
Bastante menos ofensiva de lo habitual, marcada por una nota general de nobleza pajuna, la corrida de Alcurrucén trajo un cuarto toro de sobresaliente condición. Apenas sangrado en dos picotazos protestados, rompió ya en banderillas y no paró de embestir, y de hacerlo planeando por la mano derecha con estilo singular. No es normal embestir de esa manera. Pronto, encelado y fijo en el engaño, no se soltaba. Llegó a completar en el inicio de faena hasta tres viajes en circular sin pausa entre ellos. Una rueda perpetua. Parapetado tras el engaño, hincado de rodillas, El Fandi debió de ser el primer sorprendido por la categoría del toro mientras le corría la mano a notable velocidad y giraba de paso sobre las rodillas en una primera tanda enhebrada sin pausas y al fin librada con el de pecho. Entonces se arrancó la banda de música. No se sabe si subrayando la calidad tan particular del toro o celebrando la invención de El Fandi, que repitió de rodillas en una segunda tanda de cuatro en redondo cosidos con el de pecho y el del desdén.
Tras tan aparatoso arranque la faena iba a declinar sin remedio. Por la mano izquierda no fue el toro tan claro y alegre. No solo eso. Al primer enganchón, casi el único, la banda dejó de tocar. Cuando El Fandi volvió a la mano mejor y pretendió seguir acortando distancias, pareció sentenciada la causa: el toro por encima. Un pinchazo y una estocada tendida a paso de banderillas. Entonces el toro salió de las rayas hacia el tercio y casi los medios, y ahí resistió en pie un buen rato antes de doblar. La ovación fue cerrada. El Fandi creyó entender que iba por él tanto como por el toro. Pero, cuando después del arrastre, salió a saludar hasta las rayas, sonaron las voces discrepantes.
La diáfana nobleza de tres toros más de la corrida no vino acompañada de virtudes más relevantes. El segundo, que derribó por los pechos en un primer puyazo, fue toro tardo y con tendencia a distraerse en las salidas, pero metió la cara descolgado en largos viajes por las dos manos. David Galván se entendió con él, llegó a traérselo enganchado y enroscárselo. Firme, embraguetado, sueltos los brazos para torear con los vuelos, bien compuesto y también muy chillón. Una estocada atravesada, tres golpes de cruceta y un aviso le dejaron sin premio. Noble en extremo fue el quinto, solo que la cara alta, viajes en la media altura, se fue parando. Galván apostó entonces por plantarse en la distancia cero para apurar. Más que notable su entrega sin rectificar. Pero de nuevo desoladores los gritos con que reclamar al toro. Una estocada atravesada, cuatro golpes de verduguillo, un aviso. Al saludar David desde las rayas en los dos turnos, la ovación de consuelo fue de gala.
Los dos toros más pobres de cara se juntaron en el lote de Ginés Marín. Fueron de muy distinto fondo. El sexto, el de peor nota de la corrida con diferencia, El tercero, el más claro y sencillo de todos, sin contar al fantástico cuarto, Templado pero despegadito Ginés con el bueno. Cortes de faena a destiempo, cierta ligereza, faena larga y plana, y ambiente frío. El final de faena, con circulares cambiados, no contó. Con el parado y manso sexto, no hubo causa. Rebrincado pero pronto, un punto informal, el toro que rompió plaza se encontró a un Fandi discreto, de oficio, escondido y, como siempre, seguro con las banderillas, pero no tan espectacular como suele. O solía.
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Cuaderno de Bitácora.- En la droguería de la calle de San Pablo número 7, justo enfrente de la monumental iglesia de la Magdalena, he encontrado un tesoro que llevaba un rato buscando: toallitas limpialentes. Un euro con veinte el paquete de diez unidades, de la marca Bealente, fabrica Lascaray, de Vitoria, Portal de Arriaga 78. Un producto excelente. Una ganga. En la farmacia de Gaviño, calle de O´Donnell vendían una gamuza antivaho por ocho euros. Y no.
Tantas andanzas por San Pablo y hasta hoy no había reparado en esa droguería antigua, sencilla, bien pertrechada y ordenada, con un droguero experto al que he visto preparar con esmero insuperable una pequeña dosis de caoba alcohol (sic) que luego ha envuelto en una papelina rectangular con la destreza propia de los viejos tenderos. De todo tiene la tienda, como las droguerías buenas. Desde peines y cepillos para el suelo o el pelo a los célebres quitamanchas franceses. "Volveré", dijo el general MacArthur.
Delante del Museo estaba aparcada una furgoneta municipal destinada a borrar pintadas. En Sevilla se dice pintadas y no graffiti. Y las borran religiosamente. Esperaban turno para entrar al museo dos docenas de estudiantes franceses de liceo. En perfecto español un profesor explicaba la diferencia entre la pintura de Murillo y la de "don" (sic) Diego Velázquez. ¡Cuántos pájaros trinando!.
Al lado del Donald van a abrir un restaurante chino.