Paco Ureña, cogido y lesionado, premiado con una oreja sentimental
Corrida demasiado desigual de Jandilla
Talavante cumple su cuarto compromiso de primavera en las Ventas con más pena que gloria
Paso discreto de Manzanares
Madrid, 16 jun. (COLPISA, Barquerito)
Las Ventas. Fuera de abono. Corrida en memoria de Antoñete. Se guardó un minuto de silencio como homenaje y recuerdo al término del paseo. No hay billetes. 22.974 almas. Veraniego, templado. Dos horas y veinte minutos de función. Un minuto de silencio al término del paseo
Cuatro toros de Jandilla -1º, 2º, 5º y 6º-, uno -3º- de Vegahermosa (Borja Domecq Noguera) y uno -cuatro tris- de El Pilar (Moisés Fraile)
Manzanares, saludos y silencio. Talavante., silencio tras un aviso y leves pitos. Paco Ureña, silencio y una oreja. Trasladado a clínica para observación después de ser atendido en la enfermería. Fractura de la clavícula izquierda.
Ovacionados Manuel Cid y Juan Melgar, que picaron a modo a quinto y sexto. Notable trabajo de Agustín de Espartinas con capote y banderillas.
LOS TRES TOROS cinqueños de la corrida de Jandilla, de muy distintas condición y traza, se abrieron en lotes separados. El primero, frío y distraído, con aire de corraleado, suelto y escupido del caballo, a la espera en banderillas, no llegó a fijarse nunca y, fugas al trote cochinero, recorrió casi todos los terrenos posibles. Le levantó los pies a Manzanares cuando apenas había echado a andar el trasteo. Vistos los signos de inocua mansedumbre, pareció de lógica doblarse y abreviar. Manzanares optó por una larga porfía sin mayores logros ni méritos. Una estocada sin puntilla. Premiaron la perseverancia y lo sacaron a saludar.
El quinto fue más toro que los demás. Notorios el cuajo y la seriedad. Como dos de los tres de Jandilla y el de Vegahermosa vistos por delante habían sido protestados por falta de trapío, ese quinto rompió la baraja y, comparado con todos ellos, pareció agresivo. Atacó y apretó en serio en el caballo, también escarbó y cortó en banderillas por la mano derecha. Era el último de los ocho toros que mataba esta primavera en Madrid Talavante, que no lo vio claro, le cortó el viaje a las primeras de cambio, le perdió pasos en manifiesto renuncio y, después de defenderse, se fue por la espada. Un pinchazo y media en los blandos.
El sexto, colorado, ligeramente abrochado, muy bien hecho, fue toro codicioso y destacado por su particular manera de humillar y de venir humillado al engaño antes de tomarlo. En el recibo se había estirado Paco Ureña, lances firmes y ajustados de corto vuelo, y abrió en la muleta sin doblarse ni probar. Ayudados por alto cosidos con una tanda desigual de mano baja, Muy celebrada la apertura. Fuera de las rayas, y a muleta arrastrada vino a seguir una faena de más corazón que cabeza, impulsiva, arrebatada también y cortada en seco cuando el toro, que se le había costado dos veces obligándole a rectificar, se lo echó a los lomos, llegó a tenerlo entre las astas y lo lanzó contra la arena. En ella pareció sin sentido el torero de Lorca. Poco antes de alcanzar la puerta de la enfermería, se deshizo de la asistencia, volvió en sí -se supo luego con una fractura de clavícula-, apareció inerme en el ruedo y fue entonces recibido como un héroe épico. Apenas los muletazos previos a la igualada y una estocada baja. Delirio emocional. Una oreja de valor sentimental.
De los dos jandillas cuatreños del sorteo, el segundo, que mugió mucho, fue toro de entrega, muy alborotado, codicioso pero con tendencia a soltarse. Precipitado Talavante en una faena de muchos, demasiados muletazos, cortos por sistema, que se fue diluyendo poco a poco y casi de golpe al final. Un pinchazo, estocada soltando el engaño y dos descabellos. El cuarto fue devuelto después de picado. Salieron dos sobreros de El Pilar, derrengado el primero de los dos y protestado por bizco el otro, cinqueño, ensillado, raro, que también arrastró cuartos traseros. Manzanares no perdió el tiempo con él. El toro de Vegahermosa, segundo hierro de la casa, rebrincado hasta la exageración, alto y falto de respeto, la cara arriba, protestado por frágil, no dejó a Ureña ni insistir siquiera.