TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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Madrid. Crónica de Barquerito: "Un toro formidable de Juan Pedro Domecq"

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Rebeco, 670 kilos, quinto de una impecable corrida cinqueña

 

Talavante, con el ambiente a favor, le corta una oreja que debieron ser dos


Morante no se despeina


Pablo Aguado firma el mejor toreo de capa

 

Madrid, miércoles, 29 de mayo de 2024. (COLPISA, Barquerito).- Las Ventas. 17ª de feria. Lleno. 24.000 almas. Calor sofocante. A plomo las banderas. Dos horas y tres minutos de función. Seis toros de Juan Pedro Domecq. Morante, pitos y silencio. Talavante, silencio y una oreja. Pablo Aguado, silencio tras aviso y silencio.

Álvaro Montes lidió con categoría el segundo toro.

CONVERTIDO EN GANADERO amante de las sorpresas, Juan Pedro Domecq se presentó en San Isidro con una seria corrida cinqueña. De cuajo más que respetable y hechuras muy distinguidas, dio en báscula un promedio de 610 kilos. Bien comidos, los seis toros dejaron muestras de haber estado corridos y movidos en el campo. La señal mayor, la manera de soltarse antes o después de varas.

Con una salvedad memorable: el quinto, de una condición extraordinaria, buscó vuelto a tablas con la mirada fija en el callejón al caballo y al piquero que acababan de castigarlo. Un toro muy corto de manos y caja descomunal, 672 kilos armoniosamente repartidos, que apretó de bravo en dos puyazos y salió de uno y otro embistiendo por abajo con son impropio de tanto volumen. Con ese mismo son acompasado embistió después. Como no lo había hecho ningún otro toro en la feria.

El ritmo compuesto desde el primer al último muletazos de una faena de Talavante que, a muleta puesta, tuvo por la mano izquierda ligazón, ajuste y desigual cadencia, y caprichosas variaciones por la diestra: una arrucina intercalada en la primera tanda y postura genuflexa en la segunda y última Por las dos manos quiso el toro. Parecía un milagro verlo planear incluso en la corta distancia, y repetir, y seguir repitiendo. Talavante se dejó querer en improvisadas soluciones: molinetes, trincherillas, los contados de pecho a pies juntos, los de la firma mirando al tendido, desplantes. Una profusa faena que pudo haber sido más de lo que fue pero caló. Una estocada desprendida. Una oreja. El toro, Rebeco, ovacionado en el arrastre, fue de vuelta aunque no se pidiera ni se la dieran.

Los cinco toros restantes fueron, naturalmente, de otra manera. Violento un primero de impecable trapío que, escupido de un primer picotazo, cobró luego un duro puyazo que no lo mermó. Morante descargó la lidia en Curro Javier y abrevió tras una prometedora apertura de faena entre rayas y al sentir que la violencia era también genio. Dos pinchazos, media y un descabello magistral. Un toro con dinamita, la primera sorpresa de una corrida que se esperaba apacible y en rigor no lo fue.

El segundo fue de partida el de mejor galope. Talavante lo saludó con delantales, chicuelinas, dos medias y larga, amplio surtido. Repuchado en la segunda vara, fue el primero de los seis en soltarse cuando Pablo Aguado salió a quitar a la verónica, tres y media. Este segundo fue el más picante de todos. Talavante abrió faena de rodillas. Una tanda apurada y gateada cosida con recortes y latigazos que pareció contraindicada. Con la izquierda muletazos de uno en uno, la mayoría enganchados. Al traste el empeño.

El toreo a la verónica, asentado, despacioso y suave, llevó la firma personal de Pablo Aguado en el recibo de sus dos toros. Con los dos se llegó hasta el platillo con una facilidad formidable. Morante quitó en el tercero y en su turno a la verónica -tres y media- y Aguado tuvo la inteligencia de replicar por otro palo, chicuelinas de alta escuela. La apertura de toreo caminado con el toro de los quites fue del repertorio sevillano, pero el toro estuvo en seguida por irse, más ganas de soltarse que ninguno. Y se soltó. El sexto, casi 650 kilos, nada tuvo que ver con el de los 670. Bondadoso, el más en el aire del juampedro de peluche, se dejó en el caballo media vida después de romanear en un tercer puyazo casi letal. El palco no atendió la voluntad de Aguado de  cambiar el tercio tras el segundo. Y el toro, justo de fuerzas, se paró.

Morante no terminó de estirarse ni encogerse con un cuarto distraído de salida, encelado en el caballo y deficientemente lidiado que hizo hilo en banderillas. Noble pero tardo, el toro se llevó puestos unos cuantos muletazos primorosos, pero no una tanda redonda. Perfecta la colocación de Morante, también el encaje, claro su entendimiento del toro y sencilla la solución. Sin ganas de pelea. Un pinchazo y una estocada.

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Cuaderno de Bitácora.- De todo el entorno de las Ventas la obra de arte más valiosa es la que menos se ve: el puente de Manterola. El puente de Ventas. Ni el friso del encierro de Sanguino; ninguna de las cuatro esculturas de la explanada: por orden de antigüedad, la del doctor Fleming recibiendo un brindis, la de Antonio Bienvenida aupado a hombros por aficionados fieles, la de la cornada mortal de El Yiyo y la de Luis Miguel Dominguín, solo y abandonado en un punto perdido.

La obra de arte es ese puente. Desde la galería grande de la plaza solo se ve el arco que lo distingue. Pero un puente es mucho más que su bella cresta combada. Javier Manterola, el ingeniero que lo creó, murió el pasado día 11 en su casa de Tres Cantos a los 88 años de edad. Era natural de Pamplona. Navarro ilustre, como dos de los arquitectos mejores de su época, la nuestra. Rafael Moneo  y Javier Sáenz de Oiza.

Los grandes ingenieros no tienen apenas reconocimiento en el callejero de Madrid. No se entiende la razón. Ni los de Caminos -Manterola, por ejemplo- ni los industriales ni los navales. La necrológica que Llátzer Moix dedicó a Manterola en la Vanguardia el 22 de mayo es espléndida y la guardo como recorte sagrado. Manterola era consciente de que la ingeniería es tan arte como la arquitectura. "No se tardará mucho en descubrirla formidable belleza de los puentes, las presas, las carreteras", escribió un día. Verdad...
Última actualización en Jueves, 30 de Mayo de 2024 21:08