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Se torea como se és. Juan Belmonte

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Madrid. Crónica de Barquerito: "Una corrida de Victoriano del Río despilfarrada"

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Un quinto extraordinario, un cuarto soberbio, un segundo y un tercero claros y nobles

Ni sombra de la aspereza que venía abundando en la ganadería

Un cartel de relumbrón y solo una oreja sentimental para Tomás Rufo


Madrid, jueves, 16 de mayo de 2024. (COLPISA, Barquerito).- Plaza de toros de "Las Ventas". 6ª de la feria de San Isidro. No hay billetes. 24.000 almas. Fresco, soleado, algo ventoso. Dos horas y veinte minutos de función. Un minuto de silencio en conmemoración de la muerte de Joselito el Gallo. Seis toros de Victoriano del Río. El primero, con el hierro de "Toros de Cortés". Sebastián Castella, silencio y ovación tras aviso. Manzanares, saludos y silencio. Tomás Rufo, una oreja y aplausos.

Manuel José Bernal picó muy certero al cuarto. Pares muy celebrados de José Chacón, Juan José Trujillo, Sergio Blasco y Fernando Sánchez. Todos ellos, salvo Trujillo, saludaron.

ELEGIDA PARA UN cartel de tirón, la corrida de Victoriano del Río, seria de cara, astifina sin excepción, fue de variadas hechuras. Un primero ensillado y corto, anovillado, impropio de San Isidro, desató un pequeño coro de protestas. En el escaparate se coló también un sexto cinqueño de alzada y volumen disparatados. Ni uno ni otro crearon mayor problema. El anovillado, sin fuerza, fue toro inocuo aunque terminara defendiéndose. El gigantón no descolgó y, toro a menos, se resolvió en medias embestidas porque no le daba para más el fuelle. En el palmarés de la ganadería cuentan como hitos gloriosos unos cuantos toros de 600 kilos y más. Pero no fue el caso esta vez.

Lo que tuvieron en común los otros cuatro toros fue su son y su entrega. En dosis y modos distintos. Fue a ojos vista una corrida abierta de sementales, como dicen los ganaderos cuando apuestan con armas de diferente calibre. De esos cuatro, el quinto de corrida, cinqueño como el sexo, fue de particular categoría. Toro de ganadero, de torero y de público. Es decir, bravo sin mácula. De salida -no consintió que Manzanares pretendiera pararlo con unos lances circulares de reciente invención propia-, en dos varas muy bien cobradas por Paco María, en banderillas y de cabo a rabo de una faena sin asiento, fe ni ideas de Manzanares. Ni siquiera desbordado porque, además de bravo de veras, el toro tuvo nobleza más que suficiente.

Las calidades de los tres que lo precedieron no fueron tan evidentes. El segundo, castaño, bien armado, celoso de partida, molido a capotazos de doma, pareció fundido después de varas, pero remontó y se empleó en la muleta sin protestar. Tras largos preparativos, Manzanares, en un solo terreno, al borde de las rayas, abundó en un trasteo monocorde, cauteloso y reiterativo, sin un solo detalle con la mano izquierda y reconocible en dos tandas de redondos rehilados. Con el ambiente incondicional, una mayoría que estuvo aplaudiendo todo, la faena no tomó cuerpo. Una aparatosa media estocada recibiendo Manzanares al toro se tuvo por un acontecimiento.

Maltratado en el caballo por un lesivo primer puyazo trasero, el tercero fue toro de bondad notoria. Tomás Rufo optó por una apertura de alarde -de rodillas, de lejos- que no convino al toro, que lo desarmó y estuvo luego listo para ser invitado y llevado con pulso. Algo tenso, el torero toledano, tardó en cogerle el aire al toro, que se lo echó a los lomos en cuanto le abrió hueco Rufo. Voltereta monumental, pero cogida sin cornada. Al volver a la cara del toro, naturales de uno en uno, un desplante de muleta plegada y una estocada con vómito. Y una oreja de valor sentimental. La única de una corrida tan propicia como esta.

Propicio fue el segundo del lote de Castella, que se había equivocado al doblarse con el torito que partió plaza y volvió a equivocarse con ese cuarto, de elástico estilo, galope impecable. Se cerró en tablas con él en una apertura a pies juntos y en tanda trenzada sin rectificar, y, luego, desconcertado, incluso desconfiado, se lo fue dejando ir. Y se le fue. Se lo sacó a los medios para cuadrarlo, decisión extravagante, y, soltando el engaño, cobró una estocada que una rueda de urgencia de peones hizo letal.

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Cuaderno de Bitácora.- La gente de edad y la que viene a los toros de la periferia o de los pueblos llega a la plaza con una puntualidad exagerada. Los toros son a las siete, pero a las cinco y media ya están copados todos los asientos de los bancos de madera del talud, de la explanada y del costado de la M-30. En los de la M30, los más fresquitos, hacían antes guardia los músicos de la banda. Pero se ha perdido la costumbre.

Están cambiando muchas costumbres. Y muchas cosas más. El público, por ejemplo. Si llevas años de cliente fijo, cuesta entender reacciones antes impensables. Antes quiere decir el año pasado o el antepasado. Todavía sobrevive una minoría exigente y hasta intransigente, pero voces acalladas por una especie de máquina de aplaudirlo todo, lo que sea. Madrid no mete miedo. Pero da miedo comprobar el cambio de público. Los que vienen a su hora y los que no..

Solo quería decir que no salgo de mi asombro.
Última actualización en Viernes, 17 de Mayo de 2024 10:09