El día de San Isidro, seis cinqueños de El Parralejo de desigual fortuna
Buen gobierno de Perera
Sin suerte Ureña
Confirmación digna de alternativa de Alejandro Fermín
Madrid, miércoles, 15 de mayo de 2024. (COLPISA, Barquerito).- Plaza de toros de "Las Ventas". 5ª de la feria de San Isidro. 4ª corrida de toros. 22.511 almas. Templado, las banderas a plomo. Dos horas y media. Seis toros de El Parralejo (Herederos de José Moya). Miguel Ángel Perera, ovación tras aviso y silencio tras aviso. Paco Ureña, silencio en los dos. Alejandro Fermín, que confirmó la alternativa, silencio tras aviso en los dos.
El toro de la confirmación de alternativa de Alejandro Fermín, "Escultor", nº76, 590 kilos, cinco años y medio, pareció un apéndice de la corrida de Fuente Ymbro del pasado sábado. Hechuras semejantes, la misma hondura. Frío de salida, oliscó, receloso, se puso por delante, se escupió de un primer picotazo y cumplió luego de bravo, apretó encelado en dos puyazos severos, esperó en banderillas y escarbó.
Estaba por verse pero no tardó en romper, y de hacerlo de seria manera: cuando vino enganchado en los muletazos de horma, arreó con categoría, largo recorrido, humilladas repeticiones. Fijo en el engaño, resistió entero tres tandas, dos por la diestra y una tercera por la siniestra. Con todo su volumen y su envergadura, docena y media de viajes buenos, Firme, Fermín se templó sin apreturas, se tomó un respiro entre tanda y tanda, y cuando quiso insistir, se paró el toro y estuvo por quedársele debajo. Un pinchazo, una estocada caída, un descabello, un aviso. Papeleta cumplida.
En un tendido de sol, un reducto de paisanos de Cabezuela del Valle, el valle del Jerte, uno de tantos paraísos de la provincia de Cáceres, no dejó de animar a su torero. Pacientes, esperaron con la misma ilusión el último turno de la tarde. Para entonces, en la corrida de El Parralejo se había difuminado casi del todo la referencia de Fuente Ymbro, que es una de sus simientes de procedencia.
Ni por estilo ni por poderes, ninguno de los cuatro toros de ese peculiar intermedio recordaron para nada a cualquiera de los seis del modelo original, los de aquella corrida del día 11 de mayo que, con sus variaciones, ha puesto muy alto el listón de la feria. Comparaciones inevitables. La edad, sí. Cinqueños todos. Los doce. El modo, las formas y el fondo, no. Ni el tonelaje. De 600 kilos pasaron los dos últimos. Una auténtica mole el sexto, que claudicó demasiadas veces como si no pudiera con los kilos. Volvió Fermín a dejar probada su tranquila entrega y, ahora, una mayor seguridad, soltura de torero toreado. No hubo manera de resolver el problema de las claudicaciones del toro. Dos pinchazos en los blandos, una estocada caída, un aviso.
Empeñado en coleccionar avisos, en pasar tiempo con los toros sin medirlo, Perera coleccionó dos más en su historial. Uno por cabeza, cabeza de toro. Acodado y hocicudo un segundo de corrida bastante feo y de frágiles apoyos, que Perera toreó con autoridad y notable gobierno en faena de llamativo ajuste y soberbios muletazos trazo largo.
Muy afilado y noble un cuarto castaño de bella lámina -calco de Fuente Ymbro- que Perera quiso cambiar con picotazo y puyazo trasero sin que el palco accediera. No fue por el picotazo de propina por lo que el toro no cumplió con las expectativas del propio Perera, comprometido con un brindis al público. La apertura de faena, de rodillas en el platillo, cite de largo, cambiado por la espalda, tanda gateada, muy aparatosa y rematada con un soberbio pase de pecho. Y, luego, una segunda parte más convencional, de toreo más de perfil que a suerte cargada, inevitablemente monótona como todas las faenas pasadas de metraje, con un final cara a cara, forzado, exagerado. Un metisaca y una fea estocada en los blandos. Los dos avisos de castigo sonaron antes de haber cambiado Perera de espada.
El tercer parralejo, protestado por justo de trapío, se empleó en el caballo, acusó un lanzazo trasero en la segunda vara y se vino abajo y hasta rodó después de haber embestido con las manos por delante. A Ureña, bella apertura con ayudados por alto, le pidieron brevedad. En corrida de estocadas caídas, las dos de Ureña lo fueron de toda evidencia. El empeño con el quinto, la primera de las dos moles de postre, fue en vano. Rebrincado, el toro no paró de pegar cabezazos. No fue la corrida esperada.