El joven torero sevillano sorprende y deslumbra con tres toros muy distintos de Victorino
Una faena de muy alto nivel, y dos más de llamativa autoridad
Tarde cumbre. A hombros entre rendido reconocimiento
Madrid, domingo, 8 de octubre de 2023. (COLPISA, Barquerito).- 6ª de la feria de Otoño. Estival. 17.053 almas. Dos horas y veinte minutos de función.
Seis toros de Victorino Martín. Se cambió el turno de salida de los dos últimos.
Román, herido de gravedad por el primero. Cornada de 20 cms. en el muslo derecho que alcanzó el pubis, con destrozos en los aductores. Pablo Simón, de su cuadrilla, recogió una ovación. Borja Jiménez, oreja tras aviso, oreja tras aviso en el toro que mató por cogida de Román y oreja. A hombros por la puerta grande. Leo Valadez, de México, silencio en los dos.
DE LAS TRES FAENAS con que Borja Jiménez vino a consagrarse en Madrid como torero grande la mejor fue la primera con un toro Paquecreas de Victorino Martín, muy bien hecho, que, por tardo, dio de partida señales de listeza. Borja lo había fijado de salida con lances templados traídos por delante rematados en los medios. De su talento como lidiador iba a dar muchas muestras más a lo largo de la tarde. Esa primera fue ejemplar. El toro no peleó en el caballo, hizo fu antes del segundo puyazo y midió en banderillas. Entero por poco sangrado, pareció probón -no lo fue luego- y fue de los de obligar a llegarle mucho. Tras apenas dos doblones perfectos en tablas, Borja estuvo plantado fuera de las rayas y puesto por la mano derecha. Protestó el toro en una primera tanda sacada a tenaza, y no tanto en una segunda. Ya estaba descarado Borja con él. La muleta planchada y desplegada por delante. Fue en la tercera tanda cuando al fin vino a entregarse el toro. Ni un enganchón, amplios muletazos, pulso extraordinario, ligazón, firmeza. Se rompió el ambiente entonces y más todavía cuando, en la primera de las tandas con la izquierda, el toro descolgó y Borja se ajustó con él, cuatro despaciosos y embraguetados y el puro de pecho. En un ladrillo fue el cuerpo todo de la faena, prolija, intensa, sin que nada sobrara. La segunda tanda de naturales fue extraordinaria. Y la siguiente, también. Cuando el toro empezó a pararse o pensárselo, se fue el torero de Espartinas al pitón contrario con una calma sencilla, nada aparatosa, para arrancar todavía más muletazos. En el aire, por citar un nombre, de José Tomás. Por la manera de tener Borja tan en la mano el toro y por el son tan creciente de la faena, la plaza estalló de júbilo. Runrún del caro, de dos orejas. Solo una tras una estocada tendida y desprendida, rueda de peones, un aviso y un certero golpe de verduguillo. La vuelta al ruedo fue apoteósica. El toro, el más victorino de los seis, fue aplaudido en el arrastre.
Las circunstancias eran para entonces singulares. El primero de corrida, hocico de rata, las manos por delante, frenado y pegajoso, metió la cara pero fue toro zapatillero y en el momento en que Román quiso pegarle tres ligados, se le quedó debajo y le pegó una cornada en el muslo. Con un torniquete improvisado en la taleguilla, todavía tuvo Román el gesto de cobrar una estocada. El toro se le había metido a Borja Jiménez en un quite por delantales y había estado a punto de levantarle los pies. Salió del trance con reflejos. Reflejos que fueron una baza capital para resolver los no pocos problemas que le plantearon después los dos toros que hubo de matar luego de su aclamado triunfo. Un cuarto, segundo del lote de Román, agalgado, veleto, que se enceló en el caballo -lidia muy precisa de Borja- y un sexto, quinto de sorteo, que se revolvió bastantes veces y hasta sacó aire defensivo de toro enterado de mitad de faena en adelante.
Con los dos estuvo Borja entregado. Con el cuarto, la cabeza fría, puesto en zona de riesgo, suelto de brazos, tragando sin cuento ni gestos de más, impávido, descarado, dejándose ver y sembrando un clima de tensión solo atenuada por la seguridad del torero, que se explayó en una soberbia tanda final de naturales mirando al tendido, la única concesión de toda la tarde. Otra estocada desprendida y un descabello, un aviso, una oreja. Con la puerta grande descontada, todavía se fue Borja a porta gayola para recibir al sexto, una plancha sin poder librar la larga cambiada y unos notables lances de parar y fijar, El toro más difícil de lidiar pero lo lidió Borja con detalles muy caros. Incansable, ambicioso, dispuesto a cortarle las orejas al tercer victorino del cupo, se abrió en los medios con él, descalzo después que el toro al pisarle le quitara una zapatilla, sin esfuerzo aparente, anduvo discurriendo la manera de enredarse. Una trinchera y un magnífico ayudado de castigo fueron la coda previa a un intento en vano con la izquierda y, ahora sí, una estocada impecable. Todo eso hizo memorable esta última corrida del abono de Otoño.
El excelente trazo del toreo de muleta de Leo Valadez con un tercer toro pegajosísimo no tuvo el eco debido. Pesaría lo fresco del éxito anterior de Borja. Con las medias embestidas dormidas y engañosas del quinto no se acopló en torero de Aguascalientes, que, tan seguro de siempre con la espada, pinchó hasta siete veces.
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Postdata para los íntimos.- Nos vemos el martes en Zaragoza. Donde siempre. Cerca del caballito de la plaza de Roma. Hasta luego!