Despedidas de López Chaves y de El Juli
El uno vive su retirada con emotiva entrega y El Juli desata pasiones sin medida con un noble sexto y corta un rabo
Un notable toro de El Puerto de San Lorenzo, ganador.
Salamanca, Jueves, 21 septiembre de 2023 (COLPISA, Barquerito). 6ª de feria. Entoldado, fresco, ventoso. 9.000 almas. Dos horas y media de función.
Corrida concurso de ganaderías. Por orden de lidia, toros de Puerto de San Lorenzo, Garcigrande, José Enrique Fraile de Valdefresno, Domingo Hernández, Carmen Lorenzo y García Jiménez. Premiado el toro del Puerto. Vuelta al ruedo para el de García Jiménez.
Morante, convaleciente, no pudo comparecer. Mano a mano. López Chaves, que se despidió del toreo, dos orejas, oreja tras aviso y oreja tras aviso. El Juli, oreja, aplausos y dos orejas y rabo. Los dos, a hombros.
El Pilo, tercero de El Juli, cogido y herido en el muslo por el segundo al trompicarse a la salida de un par de banderillas y caer inerme en la cara del toro, que hizo por él.
José Núñez ‘Pilo’ fue operado en la enfermería de la plaza de toros de Salamanca, según el parte médico, de una ‘cornada en la cara interna del muslo derecho con dos trayectorias una inferior de 20 centímetros y otra interior de 15 centímetros que rompe bíceps femoral. Y otra cornada envainada en el tercio medio de la pierna derecha que con dos trayectorias de 15 y 10 centímetros. Pronóstico: Grave’
POR SUGERENCIA de Morante, la clásica de San Mateo se anunció como corrida concurso, y lo fue. De seis ganaderías de Salamanca, y de tres encastes distintos: tres toros de sangre Domecq, dos de Atanasio/Lisardo y uno de Murube
Ausente Morante por fuerza mayor, era, además, y en mano a mano sobrevenido, una corrida con dos despedidas: la de Domingo López Chaves, que se retiraba del toreo en su tierra recién cumplidos los veinticinco años de alternativa, y la de El Juli, en una de sus muchas plazas talismán. Fue tal la fuerza de los dos matadores a partir del quinto toro que el concurso, aguado por la pobre aportación de un cuarto impropio, pasó a segundo plano.
Mientras el concurso se mantuvo vivo, se llevaron la palma los dos atanasios de la primera mitad de corrida: el toro de Puerto de San Lorenzo que abrió el desfile, serio, noble, bondadoso, el más bravo en el caballo de todos, el de más resistencia también, y un cinqueño de José Enrique Fraile de Valdefresno de porte espectacular, elegantísimas hechuras, que sangró en varas más que ninguno, humilló, repitió y fue de una elasticidad notable. Escarbó de manera llamativa. De comezón, no de mansedumbre.
Los dos derribaron en la primera vara.
En la arena estaban pintadas las rayas de grado obligadas en las corridas concurso, pero ni Chaves ni El Juli se atuvieron a las reglas de juego, sino que optaron por apostar desde el primer viaje al caballo por las distancias largas. El toro de Garcigrande, primero de los tres de El Juli, atacó para la segunda vara desde los medios. El de El Puerto, casi los mismo. Y el José Enrique Fraile, también. Los seis hierros estaban marcados con cal en el tercio opuesto al área de picar, y aguantaron casi intactos hasta el final de la corrida.
En el preámbulo, después de romperse filas, sacaron a Chaves a saludar. Fue la primera de las muchas ovaciones de clamor que iban a subrayar su adiós. Chaves sacó a El Juli a compartir ese clamor primero de ja despedida, pero Julián cedió de manera visible a Con haves el mayor protagonismo. Los dos toros de nota del Puerto y Valdefresno, los más serios, entraron en el lote de Chaves, que, firme toda la tarde, ni un respingo, suelto y confiado, muy seguro, se acopló con los dos en faenas de distinto calado, más precisa aunque reiterativa la primera, menos brillante pero con tensión más que suficiente la del imponente galán de Valdefresno.
El Juli toreó bien ajustado con la izquierda el toro de Garcigrande, que tuvo fijeza y buen estilo, pero pinchó dos veces antes de enterrar una estocada trasera. Chaves mató de estocada tendida al toro del Puerto y de pinchazo, metisaca y estocada al valdefresno.
El palco estaba con el pañuelo fácil y a mitad de festejo, ya iba el reparto por las cuatro orejas, tres Chaves y una El Juli, que trató de darle vida al cuarto, el toro de Domingo Hernández, bizco, gacho y romo, de los de ir y venir sin demasiada gana. Chaves brindó a Julián el toro de José Enrique Fraile y El Juli le devolvió el brindis un turno después. Fueron muchos los abrazos y muestras de afecto del uno con el otro. Y en eso estaba la cosa cuando empezaron a precipitarse los acontecimientos: Chaves, a cámara lenta, como en un tentadero, con un hermoso quinto de Carmen Lorenzo sin fuerza pero con pulso, que embistió al ralentí, con alfileres, con un son franciscano raro de ver en un toro de lidia. Chaves lo llevó empapado en los vuelos, se recreó y descaró con él y obró el milagro de tenerlo en pie. Por dos veces había salido trompicado, desarmado y casi cogido en un exceso de celo, del torero y no del toro, que se le quedó debajo por falta de fuelle en una baza, pero la reacción de amor propio fue fantástica. Un aviso después de levantar por dos veces el puntillero el toro santísimo que al que Chaves, dos pinchazos y entera trasera, no vio la muerte a tiempo. La última vuelta al ruedo fue de emociones desatadas. De una seriedad magnífica. Y al cabo, sacó Chaves de la mano a sus dos hijos y el mayor de ellos le cortó la coleta en el mismo platillo, con Domingo apoyado en la rodilla.
Faltaba la traca. Una exhibición de El Juli, desatado, sin freno, listo y fresco para dejar huella de su adiós. Un precioso toro de los Matilla, salpicado, perfecto. Una larga cambiada, cuatro verónicas de amplio y largo espectro, media envuelta y brionesa, un galleo magnífico -ejemplo de caro toreo al paso-, un quite a tercio cambiado por los lances del Zapopán en los medios, tres pares de banderillas clavados arriba, reunidos a modo, con pasmosa facilidad y, en pleno delirio, resolución pura, el brindis al público previo a un comienzo de faena, que fue clave en la traca: ocho de rodillas ligados, por alto primero, por abajo después y dos de pecho. Se arrancó la banda con el Gallito, y luego vino lo demás, que fue mucho, de toreo enroscado con la diestra, una sola tanda con la siniestra -el toro no quiso tanto-, y la fantasía de un final por circulares invertidos cosidos con naturales enroscados y espléndidos remates de pecho. El Juli le dio al toro pausas de refresco en cuanto lo sintió venirse a menos. Y a la hora de la verdad cobró un sopapo irreparable. Le habían coreado el “Torero, torero” después de banderillas y, al fin, pidieron el rabo. Y el rabo.
========================
Cuaderno de Bitácora.- Antes de empezar los toros, me ha contado el alcalde de la Fuente de San Esteban que El Cruce, el bar donde paraban las gentes del toro, se cerró en uno de los años de pandemia. El edificio, de adobe, era muy vulnerable. Uno de los garitos donde con más ciencia, y más guasa, se hablaba de toros. Todo un mundo, toda una historia del toreo. Dice el alcalde con razón que la Fuente es la capital del Campo Charro- Verdad. El alcalde español que más novelas ha escrito: cinco, con la última, recièn salida, y creo que de ambiente ferroviario.
Daré noticia