Para Talavante, ligero y afortunado en el sorteo
Emilio de Justo se entrega con fe y ciencia
Pobre versión de Roca Rey, desairado y sin suerte ni ideas
Lleno, gran ambiente
Domingo, 17 de septiembre de 2023. Salamanca, 17 sep. (COLPISA, Barquerito). 5ª de feria. Nubes y claros, fresco, ventoso. Lleno. 10.700 almas. Dos horas y media de función.
Tres toros -1º, 5º y 6º- de Ventana del Puerto y tres -2º,4º y 5º- de Puerto de San Lorenzo (Lorenzo Fraile).
Talavante, oreja y oreja. Emilio de Justo, ovación tras aviso y oreja tras dos avisos. Roca Rey, silencio tras aviso y pitos.
LA CORRIDA DE los dos hierros de Lorenzo Fraile fue diversa. No solo por ser diferentes los dos encastes. Atanasios los del Puerto, Domecq los de la Ventana. También porque salió variada cada de las dos mitades de una corrida de tres y tres. Lotes descompensados. El de Talavante, el de mejor remate: el de Ventana que abrió el reparto, un colorado bien cortado, y un cuarto del Puerto de lindo aire que vino a ser el toro de la corrida, bravo sin mácula, de muy afinado son. Para ese toro en el arrastre fue la ovación más tupida de la tarde. La de reconocimiento del ganadero, que en Salamanca suena siempre de otra manera.
En el lote de Emilio de Justo se juntaron el más ofensivo de los tres de la Ventana, quinto de sorteo, y el de más hondo cuajo de los tres del Puerto, un Cuna de ilustre reata, 570 kilos bien lucidos, denso galope, embestidas que pesaron no poco porque el toro, que repitió sin duelo, vino siempre con todo, incluso siendo los viajes por la mano derecha prontos y claros. De manera que el lote de Roca Rey pareció compuesto de los descartes. Un atanasio con menos plaza que los otros dos y un último de Ventana, negro mulato chorreado ni tan ligero de pies como el primero ni tan grave como el quinto. Astifino, imponía por delante.
Era la corrida de gala del segundo tramo de la feria. Lleno casi absoluto, ambiente de expectación en los alrededores de la plazas, colas para entrar. El paseíllo con cinco minutos de retraso. Y algo de viento. Duró la cosa dos horas y media y pasó de todo un poco y no poco. Talavante se acomodó con ligereza al lote más propicio, porque se juntó la categoría, el tranco acompasado y la entrega del toro del Puerto con la alegría voluptuosa del toro de la Ventana que no paró de moverse, como si le hubieran dado cuerda a pesar de ser el único de los seis que cobró dos varas. Sin hilo conductor, ni una sola tanda completa, la primera faena, abierta de rodillas y resuelta con un manojo variado, fue más para la galería que para las razones del toro, que protestó por la mano izquierda. Muchas pausas, unos cuantos molinetes y, en fin, una estocada por el hoyo de las agujas. Con el toro del Puerto tocó doblarse de partida antes de dar paso a un trasteo de logros parciales y sueltos, con algún airoso dibujo, pero salpicada de muletazos enganchaditos. Breve trabajo. Dio la impresión de que el toro se llevaba dentro más de una tanda pendiente. Una buena estocada. La muerte del toro, resistida, aguantada un buen rato, fue un conmovedor espectáculo.
Emilio de Justo tuvo que batirse el cobre más que nadie. Firme y encajado, bien colocado y resuelto, se entendió con el toro de los 570 kilos en faena de una sola mano, la diestra, hasta seis tandas casi calcadas pero con diferentes remates -soberbios los de pecho, graciosas las trincheras- y apenas un apunte sin fe con la izquierda. El gobierno templado del toro fue de mérito. Dos pinchazos y una estocada corta. El toro de la Ventana fue de mucho vibrar y a Emilio le costó más que el del Puerto. En el primer cite con la izquierda fue cogido de lleno y revolcado. Ileso de milagro. Y una reacción soberbia: por esa mano se puso sin dudar y cuajó dos tandas de riesgo real, intensas, de someter. Brava pelea. Una estocada ladeada en los bajos -gran borrón- y una entera contraria.
La estrella de Roca Rey no lució. Tampoco tuvo de su lado la fortuna. El viento lo descubrió en el primer turno, con el toro del Puerto, que después de embestir con son en tres tandas a diestra -largos viajes-, dio en rajarse en busca de las tablas, y se vino abajo el invento. Una estocada, cuatro descabellos. Un silencio de castigo. Y, al cabo, el toro mulato que arreó en banderillas pero no después. En versión plana, sin una sola idea, atorado, Roca lo dejó a su aire, y también este otro se fue a las tablas. Pegado a ellas tomó el camino de la puerta de toriles gazapeando y sin que Roca encontrara la manera de doblarse y cuadrarlo. El desaire fue muy serio. Una estocada certera sentenció.
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Cuaderno de Bitácora.- Parada militar de la Guardia Real en la Plaza Mayor. Hora y pico. Alabarderos, infantes, caballería, dos armones, una brigada motorizada, una infinidad de toques de corneta, entradas y salidas muy teatrales. Una banda de tambores y cornetas y otra de música, que se ha empleado poco. Me ha parecido un espectáculo demasiado frío. No se escuchaba apenas lo que desde una tribuna de autoridades emitieron distintos oradores. La banda de tambores ha cantado el himno de la Guardia Real con el acento militar propio del caso. Me ha llamado la atención la disciplina. Pero me he quedado sin visitar mis piedras más preciadas. Se hizo tarde para bajar a San Esteban. Y al río.