TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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MADRID. Crónica de Barquerito: "Prometedor debut del sepulvedano Víctor Barrio"

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TOROS. Crónica de la novillada de Madrid

Novillada en Madrid

Valeroso, ambicioso, personal, firme y sereno, un novillero de buen aire. Una oreja, casi dos, ambiente a favor. Sensación de torero en marcha. Brava novillada de Rehuelga

Madrid, 13 jun. (COLPISA, Barquerito)

Madrid. Un tercio de plaza. Primaveral.

Seis novillos de Rehuelga (Rafael Buendía). Con trapío los seis. El tercero, en más en tipo Santa Coloma, fue excelente. Dieron buen juego un primero codicioso y un quinto encastado y algo pegajoso. Se dejó el segundo bien. El cuarto, agresivo y listo, difícil. El sexto, sin ritmo, de menos a más, pero sin romper.

Alejandro Parralo, de escarlata y oro, silencio en los dos. Salvador Barberán, de carmín y oro, silencio y pitos. Víctor Barrio, de carmesí y oro, una oreja y vuelta tras un aviso. Los tres, debutantes en Madrid. Parralo, de Alcorcón (Madrid); Barberán, de Algeciras (Cádiz); Barrio, de Grajera (Segovia).

Tres novilleros debutantes en Madrid. Un Alejandro Parralo que, ya cumplidos los veinticinco años, parecía de vuelta y no de ida; un Salvador Barberán, algecireño, que debutó en Arnedo hace cuatro temporadas y no ha terminado de romper el cascarón; y un Víctor Barrio segoviano, con sólo diez novilladas picadas de bagaje. En Sepúlveda, patria chica de un torero de época –Victoriano de la Serna-, debutó con caballos este Víctor Barrio en agosto del año pasado. Pues este Víctor Barrio fue el personaje de la corrida.

Se habían fletado cinco o seis autobuses que trajeron de Sepúlveda tres o cuatro centenares de paisanos. Para verle a él. A Víctor, y a los dos que iban por delante, y una seria novillada de Rehuelga, que es una de las tres ramas en que se repartió en su momento la ganadería de Joaquín Buendía, puro Santa Coloma. De los seis novillos en juego, el de mejor son fue el tercero. Y esa fue una feliz coincidencia: por ser tercero cayó en manos de Víctor Barrio. Y hubo fiesta no pequeña.

En los medios esperó  Víctor la salida del toro, que tardó en llegarle. Buen aguante en una gavilla de tafalleras, espaciadas en dos golpes porque entre la segunda y  la tercera hubo que quitarse de encima el toro. Y una larga airosa. Por tanto, novillero valeroso. Dispuesto. Se iba a confirmar enseguida su firmeza, que resulta tan llamativa en los toreros espigados que se plantan en vertical. Y éste es el caso. Codillero al lancear por derecho. Ya entonces y, sobre todo, luego, al tratar en tablas de acoplarse a la verónica de salida con un sexto de corrida cuyo son no fue el del tercero. Sin embargo, el ajuste fue similar.

Unidos el ajuste y la firmeza, sólo quedaba templarse y saber estar. Y de eso hubo no poco. Una tanda de rodillas para abrir faena con el tercero, otra de largo con la diestra donde se dejó ver un empaque no estudiado sino natural, suelto el brazo y, por tanto, bien volada la muleta. Toreo en línea con la izquierda y, por eso, no tan embraguetado. Pero ligado casi con la misma ambición. Se vio respirar al torero, se le sintió entregado, seguro de sí mismo. Se puso muy caliente la cosa: los sepulvedanos y los que no lo eran. Una estocada perpendicular. Se pidió la segunda oreja después de concedida la primera. Y se quedó la gente a la espera.

No fue sencillo el sexto, que no regalaba dos embestidas seguidas, fue brusco por la mano derecha y se arrepentía a mitad de viaje con un ligero frenazo. Más claro por la izquierda. Así que fue toro a contramano para Víctor, que torea mejor con la derecha. Que es lo difícil. El tú a tú de la faena, ahora cuesta arriba, sirvió para confirmar las virtudes primeras. Y sentido del toreo para no atropellar la razón ni perder la cabeza. Los muletazos de igualada, ayudados genuflexos, tuvieron su cosa. Lo de verdad espléndido –y firma propia- fueron tres trincherazos muy enroscados antes de igualar al tercero. En esos tres muletazos se dejó adivinar un torero en marcha. Un debut feliz.

Parralo, no mal oficio, recursos, pero los pies ligeros, salió del paso sin mayor ambición: dos tandas seguras, una por cada mano, a un primero de notable son; instinto conservador para no dejarse batir por un cuarto complicado y ofensivo. Barberán dibujó, sueltos, muletazos de muy hermoso compás. No llegó a acoplarse con un quinto bravo pero con el punto pegajoso del santacoloma clásico. Ni a perder los papeles. Tampoco halló el rumbo con un segundo de mucha movilidad que metía la cara sin humillar pero dejaba estar.