Calerito se entrega afanoso con el de la alternativa
Manzanares no lo ve con un lote más que interesante
Y Roca Rey se lleva los dos de peor nota
Corrida larguísima sin razón
Sábado, 24 de septiembre de 2022. (COLPISA, Barquerito). Sevilla. 2ª de San Miguel. Veraniego, muy caluroso. 12.000 almas. No hay billetes. Dos horas y media de función.
Manzanares, silencio tras dos avisos y silencio tras aviso. Roca Rey, silencio y ovación. Juan Pedro García “Calerito”, que tomó la alternativa, una oreja y silencio.
PAREJA DE HECHURAS, la corrida de Victoriano del Río fue muy sevillana, es decir, armónica y astifina, lustrosa, bien rematada. Negros los cinco primeros y solo un sexto castaño. De salida fueron toros de dispar conducta: el primero, frío de partida, tomó capa con ganas; se emplazó el segundo; se soltó desganado el terceo; oliscó el cuarto, que de pronto arreó sin freno; correteó el quinto; galopó el sexto. Cuarto y sexto fueron los de mejor nota en el caballo. Se emplearon con aire bravo. Casi todos persiguieron en banderillas.
En la muleta fue corrida de distinta condición. Pronto, codicioso y alegre el primero, el toro de la alternativa de Calerito, torero del país, de Aznalcóllar, la patria chica de Luis de Pauloba, un torero excelente malogrado antes de tiempo por un golpe del destino -una cornada en Cuenca, pérdida de un ojo- y ahora maestro de noveles en una escuela taurina de Sevilla. Bravo con una gota de temperamento el segundo, que, repetidor y hasta celoso, fue el que más caro se vendió de los seis, y con él anduvo Manzanares apurado y acelerado en una faena de muchos cortes, tandas breves y espaciadas y una apenas disimulada falta de confianza.
Sin fuerza, vacío, parado en seco, aplomadísimo, el tercero fue el de peor nota de los seis. Mansedumbre apenas camuflada por un par de ataques en banderillas. Roca Rey, que en la pasada feria de abril se había fajado con dos toros de mucha correa del propio Victoriano del Río, se fue por la espada tras vanos intentos. En la suerte contraria, dos pinchazos y una estocada en los bajos.
Para entonces, mitad de corrida cumplida, la estocada de la tarde la había cobrado Calerito para redondear una faena resuelta, valerosa y sencilla, sin logros por la mano izquierda, pero de buen ajuste con la diestra. Se quedó por ver una parte del toro, que en los muletazos de la igualada estaba tan vivo como en los de apertura de faena. Apertura de largo y en los medios, y viaje a galope tendido del toro, que repitió, embestidas de emoción. En su primer turno, Manzanares cobró una estocada ladeada y sin muerte, el toro pareció afligirse en tablas junto al portón de los médicos y Manzanares calculó que no era preciso descabellar. El toro resistió en pie algo más de tres minutos, sonó un aviso, y otro más, y al fin, armado con el verduguillo, acertó al primer intento.
Además del más bravo en varas -picó muy bien Paco María, el caballo de la cuadra de Peña también toreó-, el cuarto fue el de mejor son de la corrida. Por las dos manos quiso bien. Muy despegado, dubitativo, Manzanares tardó en verlo y no se confió cuando el toro lo había visto ya todo el mundo. Sin rumbo ni fe, un trasteo muy de fin de temporada. Con ganas de acabar, pero con desafortunado final: un pinchazo, media a paso de banderillas, otro pinchazo y ocho golpes de descabello. Probablemente, su tarde más desafortunada en Sevilla.
El quinto tardó en fijarse y sujetarse, como los toros abantos, se fue de largo al caballo de pica, padeció en banderillas una de esas lidias farragosas en que el peón de brega se empeña en pegar movido y encogido lances como muletazos antes de poner en suerte al toro, y banderilleros en busca de poder saludar montera en mano. Aunque habían pasado pocas cosas, cuando Roca Rey brindó al público eran las ocho de la tarde. Dos horas de festejo. Roca abrió con banderas sin rectificar, se abrió enseguida hasta casi los medios, se ajustó en una tanda en redondo y casi de golpe el toro apuntó a las tablas, y a ellas se fue sin apenas espera. Soltando el engaño, Roca cobró una estocada letal.
Vibrante de salida, muy vivo, el sexto tomó capa con excelente estilo, Calerito se estiró en raudos lances, pecó de rematar con un tirón el recibo, el toro enterró pitones -falsa alarma- y metió los riñones en un severo y certero puyazo de Manuel Jesús Espartaco. Toro de favor. Calerito abrió de largo con una versión heterodoxa del cartucho de pescado, pecó de torear despegado y de pautar con paseos una faena de tan desigual traza como ilusionada entrega. No entró la espada entera y hubo que descabellar. La ocasión fue propicia.