TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

  • Incrementar tamaño de la fuente
  • Tamaño de la fuente predeterminado
  • Decrementar tamaño de la fuente

Sevilla. Crónica de "Barquerito": "Tomás Rufo, listo para volar

Correo Imprimir PDF

El torero toledano, por la puerta del Príncipe en su debut en la Maestranza

Espectáculo excelente, tarde tormentosa

El Juli, a placer

Derroche de valor de Roca Rey

Corrida importante de Victoriano del Río.

Lunes, 2 de mayo de 2022. Sevilla: 8ª de abono (COLPISA, Barquerito).- Revuelto. Lluvia durante los primeros cuatro toros. Una espectacular tormenta durante la lidia del segundo toro. Piso embarrado. 12.500 almas. No hay billetes. Dos horas y cuarenta minutos de función. Toros de Victoriano del Río. El Juli, silencio y una oreja. Roca Rey, de Perú, ovación tras un aviso y saludos tras dos avisos. Tomás Rufo, una oreja y dos orejas, salió por la puerta del Príncipe. Picó muy bien Salvador Núñez al cuarto, que derribó. Un quite providencial de José María Soler.

HECHO Y DERECHO, asentado de manera natural, sin necesidad siquiera de componerse, firme sin forzar la figura, sobria la expresión salvo en contados momentos, claras las ideas, segura colocación y sueltos los brazos, engaños pequeños y ligeros de notable manejo: Tomás Rufo pasó con nota la primera gran prueba de su corta carrera como matador de toros, que empezó solo el pasado septiembre. El examen de Sevilla.

 

Con dos toros de Victoriano del Río que, siendo de distinta condición, tuvieron una virtud común: el son al tomar engaño. El sexto lo hizo de salida, y entonces se reveló Rufo como un capotero clásico de alto nivel: un despacioso manojo de verónicas, puro compás. El tercero, cinqueño, rompió después de banderillas, pero lo hizo desde el primer viaje. El uno se soltó una y otra vez de la muleta, pero siempre después de haber regalado por delante una embestida transparente, y volviendo a tomar engaño de la misma manera al menor reclamo, por los vuelos, a la voz apenas. El otro, de gran fijeza a pesar de haber buscado a la salida puertas, se avino formalmente a una grave faena que pecó por exceso. Pecó de larga, solo que en ese pecado se dejó ver el sentido del toreo de Rufo: su soltura, su ajuste, su facilidad.

Al tercero lo tumbó de estocada sin puntilla y casi fulminante. Al sexto, con más dramatismo, porque de un primer pinchazo cobrado a morir salió encunado, derribado y arrastrado hasta la barrera por el propio toro, que no tiró ni una sola cornada. Quitaron al toro, recogieron a Rufo en el callejón y se tuvo impresión de cornada, pero al poco volvió a aparecer en escena, el terno carmín y oro rebozado de barro desde el cuello hasta la pantorrilla. En los terrenos opuestos a los de la cogida Rufo cuadró al toro y se tiró con fe ciega para herirlo, ahora sí, de muerte El gesto, conmovedor, tan de torero, tuvo premio gordo: la puerta del Príncipe. La oreja del noble tercero y las dos del todavía más noble sexto. El lote más equilibrado de los tres de la corrida de Victoriano del Río. El cuarto, segundo de los dos de El Juli, fue el mejor de los seis, y con él tuvo Julián el gusto de explayarse en una faena de riguroso dominio, cerebral y sentimental, de perfecto pulso y un final desgarrado que no tuvo con la espada -atravesada y trasera- redondo refrendo.

En manos de Roca Rey cayeron los dos problemáticos. Un segundo que atacó en oleadas en banderillas, de aire descompuesto, frenado por la mano izquierda, rajado a deshora y recostado contra las tablas en larga agonía antes de doblar, y un quinto cinqueño de fiero gesto, incierto, agresivo pero remolón, violento, que se estuvo guardando dentro no se sabe qué hasta muy última hora.

Lo que de sorpresa o de confirmación de un secreto casi cantado tuvo la tarde de Tomás Rufo lo tuvo de formidable exhibición de valor de Roca Rey, obligado a arriesgar lo indecible, a pisar terreno minado en el segundo turno especialmente, pero también en el primero. A ninguno de los dos toros que sin pestañear y tan bien sometió los mató Roca a modo. Un pinchazo y una entera trasera de lento efecto con el toro segundo, recostado en tablas; un pinchazo, entera desprendida y dos descabellos con el quinto, que no descubría y estuvo hasta el final con el dedo en el gatillo.

El ovillo de ocho muletazos sobrados sin rectificar antes de cuadrar al quinto, tanda según la patente de Daniel Luque, fue memorable. La gente se puso en pie varias veces: para subrayar el último tramo de la faena de El Juli al gran cuarto, para saludar la vuelta de Rufo tras la cogida con aire de héroe y para celebrar el arrojo de Roca Rey en ese enredo final. La música tuvo en toda la película papel protagonista. Las dos faenas de Rufo se vieron acompañadas desde casi el principio hasta casi el final, A El Juli, y al toro también, le regalaron los oídos con una versión afinadísima del Suspiros de España. A Roca Rey le negaron la música con fastidiosa reticencia mientras libraba con el quinto tan sorda batalla. La primera de las dos faenas de El Juli, larguísima y vista bajo una cortina de agua que enseguida fue una manta, no provocó a la banda. Tampoco a la gente. La corrida de Victoriano del Río, que arreó en banderillas, se encargó de todo lo demás. De casi todo.

=============================================================================
Postdata para los íntimos.- La noche de anoche debió de ser muy larga. El alumbrado y el pescaíto fueron la noche del sábado, la mañana y la tarde del domingo la vuelta a la feria después de tres años- Y esta mañana estaba Sevilla casi desierta. Lunes festivo. Qué placer: para ti la ciudad toda. Para ti y para los corredores -los raners/runners- que no perdonan ni en plena resaca. Para ellos el carril bici del puente de Triana y, por si se animan, el nuevo carril de San Jacinto, que ahora es vía peatonal. Peatonal, y bici friendly. No he visto patinetes, salvo uno con el que entró una oronda muchacha norteamericna en la farmacia de Rodríguez de Moya en Marqués de Paradas, semiesquina a Albuera. Una farmacia y dermofarmacia juntas más larga que ancha. Hubo que hacer paciente cola frente a la parada del autobús del Tardón. ¿Que no ha cambiado Sevilla en estos tres años de destierro? ¡Ja! Impresión equivocada. La plaza de la Magdalena se ha hecho tan peatonal como San Jacinto. Era de cajón. Donde los saldos -auté/outlet- de El Corte Inglés han levantado un hotel de cuatro estrellas y media. Los kioscos de flores y golosinas estaban cerrados. La plaza, en calma.
En el recodito escondido tras la estatua de Juan Belmonte en el Altozano, se ha instalado gente sin hogar con pertenencias recogidas de la calle. Camas de cartón. Los siete palmitos que cobijan la estatua dan poca sombra pero están puestos donde conviene. El mercado de Triana estaba abierto. No las paradas o puestos. Sí un café donde desayunar. Sin clientes, el mercado parece una nave abandonada. Las cajas de fruta, expuestas, estaban vacías de género en perfecto orden. Hay unas cuantas placas en el mercado y en el entorno. En una de ellas se celebra el "trianerismo" de un ilustre vecino. Triana tiene la memoria como un vicio o una adicción. En el número 8 de San Jacinto se rinde homenaje a la freiduría de pavías de bacalao de Enrique Núñez Navarro que allí estuvo asentada durante cincuenta años. Medio siglo friendo pescado. Y casi al lado, otra plaza rinde homenaje a quien fue el último ministro de Ultramar de los gobiernos de España en la época más amarga de la Restauración borbónica. De ministro de Ultramar a presidente del Banco de España. Antonio Fabie. Una placa más en el Altozano: la dedicada a Andrés Martínez de León, el dibujante creador de un personaje bohemio y filosofal, ácrata e irónico, ingenuo también, el Oselito, célebre en los años 30 y rescatado después. Un sevillano inmortal que solo vivió en el papel. Y ahora está olvidado.
La iglesia de San Jacinto es una de las mejores de Sevilla. No se puede visitar salvo en horarios de culto. La protege de la acera de Pagés del Corro una cancela tan tupida que apenas se puede contemplar su fachada barroca. Hay que andar unos cien metros en dirección a Los Remedios para distinguir el perfil del templo. Solo que la perspectiva está empañada por construcciones modernas muy discutibles
El Corral Herrera, en la esquina de la calle Victoria, es un edificio noble: una corrala casi decimonónica ennoblecida. Enfrente y al lado, otro buen edificio, el Instituto José María del Campo y, en seguida, casi de golpe, Santa Ana, que es la catedral de Triana. Muy pocos turistas. Todo cerrado.
La calle Betis tiene más gracia vista desde la orilla opuesta del río. Pero el detalle en el sitio mismo completa la visita. Ha ido cambiando el estilo del barrio -de la calle, no del corazón de Triana- pero La Primera del Puente, la antigua freiduría resiste- El Río Grande está en obras y va camino de convertirse en una terraza monumental colgada sobre el río.
Bastante concurrido el puente de San Telmo. Gente que empezaba a ir a la feria. Cuatro italianas muy ruidosas. Los palistas remaban cruzando el puente. Por debajo. El viejo bar inglés del Río Grande, donde Joaquín el choquero, pasó a ser otra cosa. Ya sin la tertulia taurina tan por libre con Juan y Alfonso Guardiola como vates y oráculos. Y Paco Dorado, de juez silencioso. Juan, más callado. Alfonso, efusión volcánica. Toda la familia esperando entonces -años 80, muy primeros 90- la corrida del lunes de Resaca, la última de la feria. La corrida de Pedrajas de los Guardiola. Gran fiesta. Un lunes de resaca. Justo igual que hoy.

 

Última actualización en Lunes, 02 de Mayo de 2022 21:53