TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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BILBAO. Crónica de Barquerito: "Román o la gran revelación"

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Una faena antológica por su fondo y sus formas del joven torero valenciano a un inmenso, excelente toro de Miura, el mejor de una imponente y dispar corrida.

Bilbao, 27 ago. (COLPISA, Barquerito)

Domingo, 27 de agosto de 2017. Bilbao. 9ª y última de las Corridas Generales. Soleado, templado. 4.000 almas. Dos horas y media de función. Seis toros de Miura. Fortes, saludos y silencio tras un aviso. Juan Leal, vuelta y vuelta tras un aviso. Román, saludos y una oreja. Picó muy bien Pedro Iturralde al sexto. Marco Leal prendió al quinto dos soberbios pares, y Raúl Martí, otros dos excelentes al sexto. Manolo de los Reyes y El Sirio, que completaron tercio en esos dos toros, saludaron con Leal y Martí por méritos propios.

LOS SEIS TOROS de Miura fueron aplaudidos de salida, Los seis tuvieron plaza. No solo porque cinco de ellos dieran en báscula más de 600 kilos. No por el peso, sino por la estampa, el cuajo y la traza toda. Tres cárdenos y tres negros, que se abrieron en lotes distintos. El sexto, Jarrero, uno de los cárdenos, fue de monumental trapío. El más alto de la semana, y el más largo, y uno de los más armados también, pero toro de singular armonía. El último de la feria, pero uno de los mejores si se hace el recuento del casi medio centenar jugado y visto.

 

A la corrida le faltó la nota distintiva de la fiereza, que no todos los toros de la casa pero sí unos cuantos. Chispa fiera tuvo el quinto, zancudo y esbelto, el de hechuras más en miura antiguo –los cuernos anillados tan particulares, muy astifinos pitones- y el de más mutante carácter: de largo vino con velocidad de crucero y descompuesto, y en corto, aunque fijo en el engaño, pegó trallazos al tropezar engaño, y con tanta fuerza que los enganchones se escucharon  como choquetazos, porque el toro no topaba sino que embestía con la cara a media altura.

La nobleza fue norma general. Dejó de ser rareza exótica hace tiempo en la ganadería. Pero pesa la leyenda, que se mantiene viva a la hora de esperar y cortar casi todos los toros en banderillas. Se afligieron tres rehileteros, pero, a cambio, hubo cuatro que se reunieron, cuadraron en la cara, sacaron los brazos y clavaron arriba: Marco Leal, Raúl Martí, Manolo de los Reyes y El Sirio. Seis pares, a quinto y sexto, de gran arrojo. El primero de los dos de Martí al sexto toro fue extraordinario.

Y extraordinario fue el suceso vivido con ese toro: una faena de Román de ritmo, acento, ideas, ajuste y temple nada comunes. Y un toro pronto, ganoso y entregado, que en nobleza ganó a todos. A los de esta murada y a los tres victorinos de mejor nota del pasado miércoles, que sorprendieron por nobles a casi todo el mundo.

De admirar en la faena de Román fueron unas cuantas cosas. El modo de embraguetarse con un toro de semejante volumen y tan seria envergadura. La colocación, propia de un torero de vuelta y no de ida o recién llegado como él, la propia también de los que conocen el fondo o las variantes de los miuras, y eso que era la primera vez que los toreaba Román. La elección de terrenos y distancias, fuera de las rayas y en paralelo, ni encima ni lejos, ni al hilo ni al pitón contrario. La ligazón, porque no perdió ni un paso, ni se le fue una zapatilla. La firmeza y la soltura. La pureza de abrochar series con el obligado de pecho y no provocarlo. La calma en los toques y remates. Y la gracia natural, que en su caso es reconocido atributo desde su aparición como novillero hace bien poco.

Fue faena por las dos manos, pues por las dos consintió el toro, pero las tandas con la izquierda parecieron de mayor calado. La naturalidad y la improvisación fueron sello del trabajo en dos grandes remates. Primero, ligar el de pecho con un recorte y un desplante de rodillas. Y luego, cuadrar el toro con muletazos a dos manos por alto cosidos con una trinchera y un natural frontal. La espada entró por donde debía y entera. El toro murió de bravo.

La aparente facilidad con que estuvo toreando Román tuvo al principio algo fría a la gente, que se había asustado mucho con el derroche de temeridad de Juan Leal en el quinto toro, pero la música arrancó a tiempo. La mejor música fue, con todo, la de la propia faena. Guinda de un abono de Corridas Generales pródigo en toros de nota pero calidades distintas. Ese toro último fue ovacionado en el arrastre.

No solo la revelación de Román, puesto y sereno con un tercero de corrida aplomado hasta la exageración, ningún celo. También, en otro nivel, la resolución, la frescura y el descaro de Juan Leal, que, temeridades aparte, llegó a torear con exquisito sentido en la distancia corta tanto a un noble segundo que se quedaba a media embestida pero sin buscar como al difícil quinto con el que terminó apostado en distancia cero, jugando a los péndulos y encajándose entre pitones. Muy valiente. Una estocada de jugárselo todo –pitonazo en el pecho- para rendir al quinto fue de la piezas mejores de la tarde.

Entre esas piezas contaron en serio los naturales a cámara lenta que Saúl Fortes le pegó al primero de la tarde, aplomado y desganado, embestidas humilladas perezosas. Una docena de muletazos casi a tenaza. De tremenda seriedad. Por el empaque a suerte cargada. Un cuarto de inmenso porte, altísimo de agujas y de mortecino embestir no dejó a Fortes repetir la jugada.

Postdata para los íntimos.- El barrio alto de Santurce se llama Cavieces, como si fuera un pueblo distinto, pero es el mismo. Cuesta arriba. La de Cavieces (o Kaviezes) es la última parada de la línea del metro de la margen izquierda (del río o la ría). Una grabación advierte al llegar a destino que hay que abandonar "la unidad" (sic) porque ya no sigue el metro subiendo. Luego vuelve a bajar. Como todas las estaciones de la margen izquierda, que no las de la derecha (Erandio, Las Arenas, Algorta, etcétera), la de Cavieces tiene dos salidas. Una, con ascensor, y otra sin. Desde la de sin se divisa parcialmente la ría antes de la embocadura del puerto y del abra, y parte del caserío de Algorta y de  su muralla verde de caída al muelle casi a plomo.
Ayer contemplaba desde el mirador de Ereaga la mancha de edificios de Cavieces. Y hoy, al revés. En el barrio de San Jorge juega el Santuce, de la Tercera División española de fútbol. Grupo IV, el vasco. Hoy empezaba la liga. Santurce-Lagun Onak. El Lagun es el equipo de Azpeitia, soy socio de cuota y subí a Cavieces para ver la segunda parte. Santurce, 1-Lagun Onak, 0. El Lagun ha jugado mucho mejor, pero no remata de cabeza un delantero centro así de alto, recién salido de los juveniles, y que no tiene la cabeza de Telmo Zarra. Desde el fondo Este del campo de fútbol, a través de una alambrada altísima, se veían veleros de alquiler jugando por la ría. En el bar del campo escuché muchos elogios del Lagun. Un honor.
Antes de bajar por la cuesta de Barandiarán hasta el puerto me di un paseíto por una de las colonias obreras de finales de los 50, todavía en San Jorge. Algo envejecidas pero bien cuidadas las viviendas, la pátina de hierro propia de las casas de zona minera, muchas flores en las ventanas, ropa tendida, unos bonitos jardines interiores, rampas muy bien construidas para superar tanto desnivel. Las escuelas de Santa Eulalia, en el límite teórico entre Santruce y Cavieces, son un estupendo edificio de hace un siglo. De 1914. En Vizcaya hubo desde la tardía revolución industrial un empeño en levantar escuelas dignas.
Cuando te vas acercando al puerto y el parque, el olor a sardina asada resulta estimulante. A tope las terrazas en torno a la parroquia. Era domingo. El muellecito pesquero, abarrotado. En el ;Mandanga no se podía ni entrar. Lo hice. Un hueco en la barra. Larga espera. Me puso un Campillo un amable camarero con gafas. "Para compensar la espera". Un tigre. Un tigre es un mejillón picado con salsa besamel algo picante que se sirve gratinado en la concha negra. Un tigre frío es incomestible. Y si la besamel tiene textura de engrudo, ni te cuento. Se puso a llover a modo y de golpe. Cosas de Bilbao. Cubrieron la parrilla de asar sardinas con toldos. LA gente entró en desbandada en el salón. No sé cómo terminaría la batalla. Yo llevaba paraguas y me fui en busca del Kai Alde, donde hace un año me pegué un banquete. ¡Y está en obras, se habrá vendido y habrá cambiado de dueño...!
El metro a Indautxu de vuelta. Se come bien en todos los restaurantes del barrio menos en uno. Y en ese he comido.
Me ha quitado el mal sabor de boca un torero de los de hoy. Román se llama.

 

Última actualización en Jueves, 31 de Agosto de 2017 19:24