TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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BILBAO. Crónica de Barquerito: "Jabato El Juli, fiasco Zalduendo"

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Decepciona una de las corridas estrella. Dos toros devueltos, ninguno bueno entre los supervivientes. Una faena rigurosa de El Juli. Resuelto Manzanares. Apatía de Morante

Bilbao, 27 ago. (COLPISA, Barquerito)

Bilbao. Viernes, 27 de Agosto 2010. 7ª de las Corridas Generales. Casi lleno. Encapotado, ventoso y fresquito.

Cuatro toros de Zalduendo (Fernando Domecq Solís), de muy dispar remate, fuelle justo y pobre juego, y dos sobreros de Torrealta (Paloma Eulate), jugados de primero y cuarto. Manejables los dos. El quinto de Zalduendo fue complicado.

Morante de la Puebla, de carmín y oro, silencio y pitos. El Juli, de azul real y oro, ovación y saludos tras un aviso. José María Manzanares, de tabaco y oro, saludos tras un aviso y silencio.

Herido por el segundo en la cara de un puntazo el banderillero Luis García, "El Niño de Leganés", de la cuadrilla de El Juli.

AL QUINTO VIAJE perdió  las manos el primer toro de Zalduendo. Salió derrengado y escupido de una vara que tomó corrido y empujando, claudicó asfixiado y fue devuelto. Los dos sobreros eran de Torrealta, acabaron saltando los dos y los dos fueron para Morante. Al primero de ellos, jabonero de finas puntas, trató de sacarle Morante los brazos con el capote en medios lances inacabados. Cobró el toro dos puyazos, pero el primero fue de doble ración. Demasiado. Camino de los toros se había nublado la tarde y a la hora del paseo soplaba viento fresco. El viento descubrió a Morante cuando pareció empeñado en faenar con el toro de reserva, que se empleaba sin reservas. Muletazos improvisados, ni hilvanados ni descosidos, algún óle incondicional. Cosa de más tono que vuelo. Una estocada caída.

En el lote de El Juli entró  el toro más aparatoso y cuajado de la corrida, que se soltó de quinto y tenía bien cumplidos los cinco años, y el menos ofensivo de los seis, jugado de segundo, engatillado pero recogido de cuerna. Éste fue de buen son en el capote y El Juli le pegó de salida y encajadito hasta nueve lances despaciosos, de hermoso compás, abrochados en el tercio con dos medias cadenciosas. Del caballo salió el toro renegando, cosió a cabezazos el estribo en un segundo puyazo apenas señalado y arreó en banderillas. En la reunión del par que cerraba tercio salió prendido Luis García –“Niño de Leganés”, en sus días de novillero puntero- y con un puntazo en la cara. Pasó a la enfermería y ya no salió.

El toro, aunque pronto, fue de los ingratos: la cara a media altura, poca entrega, no descolgó. Vino una faena diligente de El Juli. Medias embestidas del toro, a menos. Un desplante en un remate fue brillante. Lo fue también el cierre de faena: un circular cambiado ligado con un molinete y ese muletazo con la zurda, embraguetado y a pies juntos tan de repertorio propio. Infalible. En la suerte contraria, un pinchazo a toro parado; en la suerte natural, una estocada tendenciosa. Y un descabello.

El tercero, abierto de cuerna, bizco y muy astifino, de finas cañas casi zancudas, raro en la ganadería, confirmó a mitad de festejo que la corrida de Zalduendo venía muy desigual. El que completó lote, bajo de agujas y de trapío muy justo para Bilbao, compensó en apariencia lo que de amargo tuviera el tercero, que fue el de más pies de los seis, el más combativo en varas, el de más motor en banderillas y el de mejor saque.

Sólo que cantó de repente la gallina y justo a mitad de faena se rajó clamorosamente, no atendió reclamos o se los sacudió y acabó al trote al hilo de las tablas. Si Manzanares hubiera optado por una faena de dimensiones justas –cinco o seis tandas, las que tuvo el toro- se habría tapado el boquete sin notarse. Manzanares estuvo firme y acoplado, aguantó estoico dos sospechosos ataques imprevistos y un par de palotazos de banderillas en la cara y, sin redondear propiamente una tanda, se dejó ir en los muletazos de mejor color. Un molinete ligado con el de las flores, uno cambiado por alto y un desplante. Parecía el momento de cambiar de espada y adiós. Pero siguió Manzanares, se rajó el toro y ya fue cosa de gastar tiempo o perderlo. Un pinchazo, una estocada.

Cuando se soltó el cuarto, arreció el viento. Un cuarto de fea traza –corona generosa, papada de toro viejo- y casi 600 kilos, Morante echó por delante al manitas de la cuadrilla, Rafael Cuesta, que tiene temple. La gente se lo tomó a mal. No era toro para Morante. Ni para nadie. Una mano chunga, la lengua fuera tras haber romaneado con un caballo clavileño, se fue al suelo tras la segunda vara. Y al corral. El segundo sobrero de Torrealta, largo y alto mozo de 622 kilos, negro salpicado, fue toro sin corazón ni fondo. Morante dio libertad de acción al picador y el toro estaba en la muleta algo roto. Y rebrincado. Morante lo tomó en corto, y eso no ayudó, y a toro parado decidió cortar por lo sano. La media docena de muletazos de un pitón a otro pero por arriba fueron una golosa delicia. Pero ya estaba la gente en contra del torero. Media estocada. Una pitada fuerte.

Las emociones más fuertes se vivieron luego: con un Juli tenaz, atrevido, paciente y empeñoso de verdad, y ese quinto zalduendo que les sacaba a los demás toros dos palmos de altura y otros dos de cara. Los lances de brega de El Juli, contados y de razón, fueron de saborear. Antes y después de dos varas de mínimo castigo. Quiso crudo El Juli el toro, como tantas veces, pero éste quinto, ni crudo. Se sentó en el primer muletazo, claudicó en el tercero y ni de abajo arriba ni de arriba abajo. Por la mano izquierda punteó y hasta llegó a revolverse. No empujaba con los cuartos traseros sino que, después de pensárselo, pegaba como un topetazo y se quedaba a mitad de viaje enteradito.

A puro huevo Julián en una porfía de tensión que sólo al cabo de mucho sufrir y tragar llegó  a buen puerto: El Juli le acabó pegando al toro una tanda de cuatro con la diestra ligados y por abajo, y remató con un cambiado por la misma mano. Se oyeron en los momentos más reñidos gritos cariñosos de aliento, se pidió sin éxito música y antes de cambiar de espada Julián tuvo el reconocimiento de una ovación cerrada. Perfectos los cinco muletazos al hocico y al paso con que Julián dejó cuadrado al toro. Un pinchazo en hueso y una gran estocada, soltando el engaño las dos veces porque el toro ya tenía la antena puesta. Un aviso. Desde el tercio recogió El Juli la ovación más cariñosa que se ha oído en toda la semana.

Escondido en el último acto, el terciado sexto salió de tapadillo, Dos largas cambiadas de rodillas de Manzanares, dos lances a pies juntos y cinco chicuelinas en el saludo, que empezó en tablas de sombra y acabó justo enfrente, delante de la puerta de arrastre. Un exceso muy celebrado. Trujillo puso dos grandes pares de banderillas y, fuera de las rayas, se diría que impaciente, Manzanares atacó enseguida, arrebato contenido pero sueltas las amarras. Al cabo de doce viajes se vino abajo el toro, se encogió afligido, se abrió de manos y, si no lo sostiene Manzanares con  su sola presencia, se echa. Fue, por tanto, un fiasco la corrida de Zalduendo.