TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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SANTANDER. Crónica de Barquerito: "Interesante Dufau, atacado Juan del Álamo, nuevo pero firme Mario Alcalde"

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TOROS. Crónica de la novillada de Santander.

Viernes, 23 de Julio 2010. Santander: 1ª de feria

Novillada muy desigual de jandillas de Miranda de Pericalvo. Al de mejor aire y menos trapío, tercero de corrida, le corta Alcalde una oreja. Festejo de casi dos horas y media

Santander, 23 jul. (COLPISA, Barquerito)

Santander. 1ª de feria. Soleado, templado. Casi lleno. Al final del paseíllo, un minuto de silencio en recuerdo de ilustres aficionados santanderinos fallecidos durante el último año. Larguísimo sin razón el festejo: dos horas y media

Seis novillos de Miranda de Pericalvo, de hechuras y condición desiguales. Bueno el tercero; notables apuntes del cuarto, lastimado en el primer tercio. Mansearon primero, segundo y sexto. Asperote el quinto.

Thomas Dufau, de violeta y oro, saludos en los dos. Juan del Álamo, de escarlata y oro, silencio tras un aviso y silencio tras dos avisos. Mario Alcalde, de perla y oro, una oreja y ovación.

SALIERON más mansos que bravos los dos primeros novillos de Miranda de Pericalvo. El primero no quiso pelear en el caballo y enseguida hizo señales de huirse. Había tardado un mundo en asomar; no tanto en cantar la gallina. El segundo, romo de partida y escobillado enseguida, pegó sus diez arreoncitos,  y no más, y, en cuanto encontró el camino de la puerta de toriles y el olor de los corrales, se fue por ellos. El francés Thomas Dufau anduvo seguro con el mansito primero, lo tapó para sujetarlo, se estuvo vertical, no le arredró una voltereta –lo sorprendió el toro al hilo del pitón y no perdonó- y se adornó con espaldinas de los años sesenta: del repertorio de Miguelín o de El Cordobés legítimo. Una estocada trasera. Dufau dio impresión de valor natural: sereno.

 

Juan del Álamo lució llamativo arrojo con el novillo escobillado, el de querencia por las puertas. El arranque de faena, a toro obligado, tuvo carácter; también una tanda gobernando los viajes. Luego, la faena derivó en ataques excesivos: en tablas una porfía populista. Iba a ser una tarde desdichada del torero de Ciudad Rodrigo con la espada. A ese primer novillo de lote lo atravesó hasta dos veces. La falta de tino para encontrarle la muerte al toro se pagó con un aviso.

El tercero, cornicorto y brocho, metió la cara con alegría y, con sus gotitas de mansedumbre, se movió y empleó. Pronto y noble. El mejor de los seis. A pies juntos lances abombados de Mario Alcalde, que era el novato de la terna: sólo tres meses de circulación en novilladas picadas. Los logros mejores de muleta fueron a pies juntos también. Dócil, fue y vino el novillo, muy descolgado, buen golpe de riñón. Una faena entusiasta. Donde dispuso el toro y no el torero, que llegó a la gente con la electricidad  propia del toreo de parones. Un pinchazo, una estocada sin puntilla, la primera oreja de la feria.

Los tres novillos de la segunda parte tuvieron más cuajo que los de la primera. Sólo que el cuarto, de preciosa lámina, derribó con estrépito, salió roto del derribo y demasiado herido de dos puyazos caídos. Y lastimado de un medio volatín. Otra vez se vio a Dufau vertical, sosegado y formal. Y torear despacio con las dos manos. En distancia y en corto. Con naturalidad. Pero el toro perdía las manos al tercer esfuerzo seguido. No fue faena de tirones ni de resistencia. La flaqueza del toro enfrió a la gente, Una estocada desprendida pero bien cobrada. Interesante torero.

El quinto, cabezón, ancho de cuerna pero no ofensivo, se quedó crudo del caballo. Como tenía una chispa de aspereza, tendía a protestar. No fue buena la idea de Juan del Álamo de atacar desde el principio y de hacerlo sin darle al toro ni tiempo. Así que la faena tuvo una parte de gran batalla y fue, por cierto, combate nulo. Largo el trasteo: el segundo asalto ya lo ganó Juan, pero se había apagado el ritmo imprescindible. Muchos pases. Buenos los de pecho, valerosos los circulares. Y un quinario con la espada. Cuatro pinchazos, media estocada y un descabello. Dos avisos.

Retinto y ensillado, el sexto fue más toro que los otros, derribó de bravucón, cabeceó con genio, se maleó en una lidia desafortunada, berreó como los mansos que se duelen y se fue del engaño con agrio estilo. Si se le buscaba o encontraba, pegaba trallazos. Y entonces pareció Alcalde lo que es: un torero recién salido del cascarón. En tablas se libró un desabrido cuerpo a cuerpo. Alcalde salió arrollado y volteado en un arreón de manso. Pero acertó con la espada en gesto valeroso.

 

Última actualización en Viernes, 23 de Julio de 2010 21:56